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Cuando el padre y el Comendador se quedaron solos de nuevo, cerró éste la puerta é interrogó al padre en voz baja sobre lo que había oído á Doña Blanca, sobre lo que había hablado con Clarita; pero nada sacó en limpio. El P. Jacinto parecía otro del que antes era.

Gracias á esta conducta, que pasa de hábil y raya en primorosa, D. Casimiro no había sido despedido; sus amores con Nicolasa habían sido como aurora, como amanecer poético de un día, que no llegó por haberse interpuesto el compromiso con Clarita.

Después de muchos ruegos, y anunciando con empeño «que físicamente valía pocolo sacó de una cartera donde lo llevaba. ¡Pues no tiene nada de fea! exclamó Julita. Al contrario, es una cara muy simpática... A Miguel se le ensanchó el corazón, y se dibujó en sus labios una sonrisa beata. ¿Sabes a quién se parece un poco?... A Clarita Mazón... Clarita Mazón era una joven bastante linda.

¡Ah! contestó el otro, riendo como un diablillo. ¿Que no se maman el dedo? Ya verá usted lo que va á salir de aquí. Usted, Bozmediano, arrímese á buen árbol.... Mire que se lo aconseja quien sabe lo que son estas cosas.... Pero volvamos al otro asunto. En lo concerniente á Clarita, voy á darle á usted un dato muy importante. A ver. Este Elías tenía un sobrino en Ateca.

Los otros bolsistas aprobaban con movimientos de cabeza, y su esposa le miró con asombro y escándalo al mismo tiempo. Sin duda pensaba en Clarita, no pudiendo comprender cómo faltaba a sus deberes un hombre que decía cosas tan sensatas y dignas de respeto. Tras el palio, la gente admiraba un nuevo grupo de capas de oro, sobre las cuales sobresalía la puntiaguda mitra y el brillante báculo.

Nada dijo Doña Clara, á pesar de ello; pero Lucía advirtió su disgusto y prosiguió de esta suerte: No te ofendas Clarita. No me motejes de parlanchina. Mi tío me puso anoche entre la espada y la pared, y tuve que confesárselo todo. Tuve que disculparme y que disculpar á D. Carlos. Á mi tío se le metió en la cabeza que él era el viejo rabadán y que yo era Clori.

El recaudador, por su parte, ha venido a tomar conmigo el vino blanco, menos por mi bodega que por su sobrina, cuyos méritos me ha ponderado durante la misa... Tienen que contar... Clarita... ¿No la pusieron de largo cuando yo estrené mis primeros calzones? , pero los años de campaña se cuentan dobles y ella ha conservado la frescura de su nombre.

¿Y de quién era? preguntó la viuda con curiosidad ansiosa. De una tal Clarita. Pero ¡qué carta, doña Manuela! ¡Qué cosas tan indecentes había en ella! Parece imposible que hombres honrados y con hijos puedan leer tales porquerías. Y la pobre mujer ruborizábase, mostrando en su cara nacida y lustrosa de monja enclaustrada la misma expresión de vergüenza que si fuese ella la autora de la carta.

No tengo que asegurarte que yo por mil motivos no he procurado relajar la rigidez de los principios que has inculcado á Clarita, si bien mi modo de ser me lleva, por el contrario, á la indulgencia; á ver en todo el lado bueno, y á tardar muchísimo en ver el lado malo, y á no descubrirle sino después de larga meditación.

Pero si Lázaro no podía verla, el abate Carrascosa pudo aquel día, con permiso de la devota, entrar á enterarse de la salud de su señora doña Clarita; y al hallarse con ella, sacó un papel del bolsillo, y haciéndole señas de que callase, se lo dió á la joven furtivamente. Sin decirle una palabra, salió.