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Ariel, genio del aire, representa, en el simbolismo de la obra de Shakespeare, la parte noble y alada del espíritu.

Esta situacion sublime, poetizada por Shakespeare, hubiera podido esplotarse en este poema, apagando en el héroe de la revolucion del sud la luz de la razon, poniendo en su boca palabras delirantes de patria y libertad, pero dejando intacto su corazon para sentir.

Tomaron Pepe Güeto y doña Manolita tal afición a los denuestos, improperios y pendencias, que cada día las armaban tres o cuatro veces. Esto había hecho pensar a doña Luz, porque quería bien a doña Manolita, y con esta ocasión leía las citadas comedias, después de haber releído otra de Shakespeare, donde se trataba el mismo asunto de manera más magistral.

Esta es una de esas composiciones de un trágico sublime, de pensamientos que recuerdan á Shakespeare, y que muestran á este gran poeta á la vez como historiador, como moralista, y casi me atrevo á decir como á hombre de Estado, como si, al llegar á cierta altura, se aproximasen todas las grandes facultades del espíritu y se confundieran unas con otras

Y estos mismos poetas, en quienes rebosaba el profundo sentimiento religioso de su época, se consagraron al drama místico y lo elevaron á tal altura, que, entre los compuestos por ellos y los misterios y moralidades anteriores, hay la misma distancia que entre los de Shakespeare y las farsas de la Edad media.

Las obras de Shakespeare y de Calderón componen la parte más culminante de esa serie de desenvolvimientos orgánicos, que se realizan en un espacio de más de mil años, cuyo espíritu y forma se comprenderán solo perfectamente cuando se conozca el germen que los dió á luz.

Entonces calificamos de invicto al general que nos entusiasma; de más elocuente que Cicerón y Demóstenes a nuestro orador favorito; y al autor de la comedia o del drama que hemos aplaudido de mucho más sublime que Shakespeare, cuyas obras por lo común hemos tenido la precaución de no leer.

No gusto de los exclusivamente poetas, porque en ellos todo es exageración y fantasmagoría; ni de los exclusivamente filósofos, constructores de sistemas, para cuya comprensión, además de carecer de cultura, no alcanzan las débiles luces naturales de mi entendimiento. ¿Y a qué viene todo esto? Todo esto viene a cuento de que el otro día estaba leyendo una comedia de Shakespeare.

En materia de progresos mecánicos don Mariano tenía más imaginación que Shakespeare. La política nacional le preocupaba poco en comparación del incesante y sublime progreso realizado por la humanidad, y odiaba las exageraciones que en su concepto lo retrasaban. Estaba afiliado al partido conservador liberal. Con estos antecedentes fácil es imaginarse el efecto que la carta de su hija le causaría.

El pianista abrió los ojos con asombro; Castro se removió en su asiento; Novoa se quitó los lentes con un gesto maquinal de sorpresa, volviendo en seguida á montarlos en su nariz. Hubo otro silencio. Eso que propones dijo al fin Atilio sonriendo me recuerda una comedia de Shakespeare. ¡Nada de mujeres! Y el protagonista acaba por casarse.