United States or Guinea-Bissau ? Vote for the TOP Country of the Week !


Yo, señores, siento que me voy muriendo a toda priesa; déjense burlas aparte, y traíganme un confesor que me confiese y un escribano que haga mi testamento, que en tales trances como éste no se ha de burlar el hombre con el alma; y así, suplico que, en tanto que el señor cura me confiesa, vayan por el escribano.

Despidiéronse en fin ámbos curiosos de Su Excelencia, y al volverse á su casa dixo Candido á Martin: Confiese vm. que el señor Pococurante es el mas feliz de los humanos, porque es un hombre superior á todo quanto tiene. ¿Pues no considera vm., dixo Martin, que está aburrido de quanto tiene?

No diga usted eso, mi querido señor... yo sería muy desgraciado. ¡Cómo! ¿no comprende usted mi satisfacción de retribuir en tan ínfimas proporciones, todo el bien que usted me ha hecho? Si Jaime fuera el autor de la propuesta que yo hago, ¿no la aceptaría usted? Confiese que , que la habría aceptado.

Soltó los papeles y estrechando la mano que el joven le tendía con tanta ansiedad como si quisiera, agarrarse a él, contestó: Con eso no haría más que cumplir con mi deber; pero hagamos algo mejor: olvidemos nuestras respectivas condiciones y confíese usted no al magistrado, sino al hombre.

Sólo afirmo que debemos procurar que tal preferencia deje de ser, ya esmerándose todo autor de novelas en que sean buenas las que a la estampa, ya trabajando el crítico para que reconozca y confiese dicha bondad el vulgo de sus compatriotas.

Se dieron las manos, y ella le preguntó tranquilamente qué hacía allí mirando las olas y si avanzaban las reparaciones de su buque. ¡Pero confiese usted que mi presencia la ha sorprendido! dijo Ulises, algo irritado por esta tranquilidad . Reconozca que no esperaba encontrarme aquí. Freya repitió su sonrisa con una expresión de dulce lástima. Es natural que le encuentre aquí.

Figúrate que esas gentes quieren que me confiese; bueno, me confesaré contigo; oirás singulares revelaciones; pero, no, tendrías miedo... El hombre del chaleco rojo palideció. El fraile, que se había callado hasta entonces, se levantó, salió un momento y luego entró acompañado de dos vigorosos gallegos cargados con cuerdas.

Clarita tiene un entendimiento muy sano, un natural excelente: pero, no lo dudes, á fuerza de dar tormento á su alma para que confiese faltas en que no ha incurrido, pudiera un día torcer y dislocar los más bellos sentimientos y convertirlos en sentimientos pecaminosos; pudiera concebir del escrúpulo de su conciencia, inquisidora del pecado, el pecado mismo que antes no existía.

Ahora bien; la señorita Dora, al recibir el anónimo, no se ha espantado ni ha intentado torturar a su prometido exigiéndole que se lo confiese todo. Ha releído la carta sin firma: «Su prometido tiene una querida, que vive en la calle Molitor, número 26, y que se gana la vida dando lecciones de arte industrial; se llama Julia Duval. Trátase de una buena muchacha, víctima de un impostor.

El asunto es mil veces más serio en el día. La desesperación no se muestra en jaculatorias y raptos líricos, más o menos elegantes y poco metódicos, sino que se deduce de todo un sistema dialéctica y sabiamente construido. Confiese V. que esto es lastimoso.