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Actualizado: 21 de mayo de 2025
Para dar fuerza a estas afirmaciones, hice presente que aquella cumpliría los veinte años dentro de seis meses, que con tres más que la ley exige para esperar el consejo paterno, sumaban nueve. A los nueve meses, pues, nos hallábamos en libertad de unirnos. Hice gala de mis sentimientos honrados, de mi profundo respeto a los lazos sagrados de la familia.
¿Cree usted de verdad que le hará feliz mi hija Gloria? ¿Por qué no, señora? Mucho le agradezco esa buena opinión que tiene de mi niña. ¡Los padres gozamos tanto cuando oímos elogiar a los hijos de nuestro corazón!... ¡Pobresito! Se conoce que tiene usted buenos sentimientos. ¿No es verdad, don Oscar, que nuestro amigo Sanjurjo tiene un alma muy buena?
D. Fernando VII y sus legítimos sucesores en la corona de España; ¿no son estos vuestros sentimientos? Esos mismos son los objetos de nuestros conatos. Reposad en nuestro desvelo y fatigas; dejad á nuestro cuidado todo lo que en la causa pública dependa de nuestras facultades y arbítrios, y entregaos á la mas estrecha union y conformidad recíproca en la tierna efusion de estos afectos.
Sin embargo, contemplando al viejo guerrero con afecto, pues á pesar de nuestro poco trato mutuo, los sentimientos que hacia él abrigaba, como acontecía con cuantos le conocieron, no podían menos de ser afectuosos, pude discernir los rasgos principales de su carácter.
Tal fué la bomba de dinamita que don Angel Bellido hizo estallar sobre la mansa cabeza de Belarmino y la frente arisca de Xuantipa. Xuantipa, como más inconsciente, se dejó dominar por el espanto. Belarmino, con su intuición repentina de los sentimientos, comprendió lo que debía responder: Mala ocasión sería para embargarnos, ahora que no hay materiales en almacén ni apenas calzado en existencias.
¡Qué conciencia mas viva no tenemos de esa inmensa muchedumbre de afecciones que apellidamos sentimientos! y sin embargo ¿qué es el sentimiento?
Las palabras que entrambos hermanos se dijeron, los sentimientos que mostraron, apenas creo que pueden pensarse, cuanto más escribirse.
En el Estado, el espíritu de disciplina pertenece al orden de los sentimientos interesados, pues sin disciplina no cabe conveniencia mutua. En la Iglesia, el espíritu de disciplina se engendra en el ámbito de los afectos generosos; es la voluntad de sacrificio.
La vieja la retiró con violencia; su brazo se alzó; y á pesar de la dignidad que procuraba imprimir siempre á su carácter, á pesar de la nobleza de su raza, á que parecía deber igualarse en la nobleza de sus sentimientos, maltrató á una huérfana infeliz á quien antes había calumniado.
Para las personas acostumbradas a razonar respecto de las formas que sus sentimientos religiosos han revestido, es difícil darse cuenta de ese estado simple y natural en que la forma y el sentimiento no han sido separados nunca por un acto de reflexión.
Palabra del Dia
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