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Tan elocuente y expresivo estaba todo allí, que casi se ruborizaba de propia la jovenzuela al desnudarse para meterse en el cándido y esponjado lecho. ¡Lo que influye en los juicios y sentimientos humanos el relumbrón del aparato escénico!...

Chiquilla bonita exclamó este, estrechándola de un modo delirante contra su pecho ¡te quiero con toda mi alma! La Nela no dijo nada. En su corazón lleno de casta ternura, se desbordaban los sentimientos más hermosos. El joven, palpitante y conturbado, la abrazó más fuerte diciéndole al oído: Te quiero más que a mi vida. Ángel de Dios, quiéreme o me muero.

Diríase que el espíritu benigno del solariego, con la amargura de sus memorias, con la bondad de sus sentimientos, presidía aún y gobernaba las labores y las intimidades de la pudiente casa labradora.

Después de diez años de servicios fieles, así fueron echados la madre de Ramón y su hijo, como ladrones, como asesinos... Y nadie dudó en ese momento de las palabras del médico, a quien el hecho dio tema para disertar largamente sobre los sentimientos perversos de la canalla.

Aquel que gobierna los corazones mide la violencia de nuestros sentimientos con arreglo a la duración de lo que amamos, y yo amo a Germana como si hubiese de estar eternamente entre nosotros.

Y, sobre todo, esa infernal manía de ir contra Dios, de quitar al pobre sus sentimientos religiosos, de hacer responsable a la Iglesia de todo lo malo que ocurre, y que no es más que obra del maldito liberalismo... Don Pablo se indignaba al recordar la impiedad de la gente rebelde. En esto no transigía. Salvatierra y cuantos fuesen contra la religión le encontrarían enfrente.

Para explicar su conducta con el tío y con Bonis, hay que añadir a este examen de sus pervertidos sentimientos, su comezón de lo raro, original e inesperado.

Pasaron de sala en sala, cada vez más admirados; Miquis, enfático y grandilocuente; D. José, repitiendo como un eco las exclamaciones de su amigo; Isidora, muda, absorta, abrumada de sentimientos extraños a las emociones del arte; mirándolo todo con cierta ansiedad mezclada de respeto, que más bien parecía el devoto arrobamiento que inspiran las reliquias sagradas.

Encontró en Dover al Conde de Essex, que le consultó ciertos puntos de la expedición de Cádiz, á la sazón muy adelantada en los preparativos; encontró á Bacon constante en los amistosos sentimientos; en Londres halló, en cambio, la más cruel de las mortificaciones.

Sin embargo por encima de estas consideraciones materiales se ciernen invisibles otras de carácter moral, mucho más trascendentales y poderosos. Los pueblos del Oriente en general y los Malayos en particular son pueblos de sensibilidad: en ellos predomina la delicadeza de sentimientos.