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Actualizado: 21 de mayo de 2025
A solas con el dolor, el señor de Elorza sintió más vivo su desconsuelo y más profunda su desgracia. En la juventud apenas hay una que no sea reparable. Las pasiones, los sentimientos son más intensos, pero también más fugaces. Se vive de lo porvenir, y al través de las más negras y furiosas borrascas, nunca deja de lucir algún punto luminoso que nos promete consuelo.
Los asuntos de iglesia, por ejemplo, son asuntos de mujeres. No es que el español odie la iglesia. Al contrario. Cuando se casa busca una mujer de sentimientos religiosos. Le parece que la mujer debe tener sentimientos religiosos, así como debe tener también ojos bonitos. Los sentimientos religiosos son sentimientos de mujer. Sin ellos, la mujer no sería verdaderamente femenina.
Mujer, me equivoqué, me expliqué mal. Lo que yo quería decir era que debía dejarme llevar, para mirar, como para todo, de mis sentimientos cristianos, de ese natural impulso mío, modificado y depurado por la educación moral y religiosa que, a Dios gracias, he recibido. ¡Pero ven acá, inocente! ¿Qué trae la doctrina del Padre Ripalda sobre esos interesantísimos pormenores?
Tales sentimientos son mera y vil flaqueza indigna del grande hombre, del super-hombre en ciernes. Derríbense tronos y altares, niéguense como absurdas todas las religiones reveladas, y anúlense o deróguense cuantas son las constituciones sociales y políticas, si sólo sobre las ruinas y escombros de todo ello ha de fundar su imperio la superhumanidad futura.
Cuento con su razón y con sus sentimientos para hacerle comprender que tiene algo mucho mejor que hacer que permanecer solterona... Evidentemente exclamó el señor Boulmet. Una joven tan bonita, tan inteligente, tan instruida... Una mujer superior... Señor Boulmet dije en tono de súplica, ofendida por unos cumplimientos que tomaba por una burla.
Este es el edén de mi juventud, donde se albergan mis sentimientos más tiernos, siempre que desean disfrutar de este consuelo que proporciona el recuerdo de esa infancia; algo de esa aurora boreal que sólo se divisa desde la cuna. ¡Parece que forman parte de mi corazón aquellos árboles, aquellas flores y hasta la tierra del jardín que me parece inmensa!
Sentimientos tales, si bien se recapacita, no son extraños al alma de los más vulgares sujetos. Todos o casi todos los hombres tienen sed, tienen necesidad de venerar y de adorar algo. El espiritual, el sabio, el discreto, comprende con facilidad y adora a una entidad metafísica; a Dios, a la virtud o a la ciencia.
Es que estas verdades son de especies muy diferentes; es que el compas y la regla no sirven para apreciar lo que afecta el corazon; es que los sentimientos nada valen en el cálculo y en la geometría; es que las abstracciones metafísicas nada tienen que ver con las ciencias sociales; es que la verdad pertenece á órdenes tan diferentes cuanto lo son las naturalezas de las cosas, porque la verdad es la misma realidad.
Pero luego, al verse solo, una frialdad egoísta borraba estos sentimientos. La guerra era la guerra, y los otros la habían buscado. Francia debía defenderse, y cuantos más enemigos cayesen, mejor... Lo único que debía interesarle á él era Julio. Y su fe en los destinos del hijo le hizo experimentar una alegría brutal, una satisfacción de padre cariñoso hasta la ferocidad.
Ambos eran felices presentándose mutuamente como almas incomprensibles o por lo menos no comprendidas del vulgo, y no se cansaban de exhibir con deleite toda una muchedumbre de ideas y sentimientos imaginarios.
Palabra del Dia
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