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Actualizado: 24 de julio de 2025
Quiéreme bien como hermano: No te aflijas ni desueles, Sigue el camino que sueles, Verdadero, cierto y llano; Que amor que no tiene al fin Otro fin en que parar, Es el más perfeto amar; Que al fin es amar sin fin. ABIND. ¡Ah, hermana!
¡Casarnos! ¿y para qué?... Eso es para otros. Quiéreme mucho, niño mío, ámame cuanto puedas... Yo sólo creo en el Amor. Pero bebé, ¿cuándo llegamos a la isla?... Me fatiga estar en este banco, lejos de ti, viendo esos bracitos míos, cómo se cansan de tanto darle a los remos. ¡Un beso!... ¡aunque te enfades! Eso te refrescará.
Después de despedirse de doña Inés a las siete de la noche para volver a su casa, Juanita se encontró en la antesala con el señor don Alvaro, el cual vino hacia ella con suma galantería, y le dijo: Ingrata, cruel hechizo de mi vida, ¿por qué eres tan tonta y tan terca? Quiéreme y amánsate. No sabes lo que te pierdes con no quererme.
Vamos donde no nos vea Tratar de nuestro contento, Que aún temo que el pensamiento Visto de sus ojos sea. Mira que me has de querer. JARIFA. Hasta morir te he de amar. ABIND. Pues yo no te he de olvidar. JARIFA. Eres hombre. ABIND. Y tú mujer. JARIFA. Para ti soy piedra. ABIND. Y yo. JARIFA. Pues no temas. ABIND. Probaré. JARIFA. Quiéreme mucho. ABIND. Sí haré. JARIFA. ¿Ya no soy tu hermana?
Pepe, que prefería hablar sólo de su amor, o que se había propuesto callar interioridades de su casa, contestó negando, y Paz acabó por decirle: Si crees que es mera curiosidad, no despliegues los labios; pero conste: quedo en libertad para averiguarlo. Averigua lo que se te antoje, pero quiéreme mucho. La entrada de don Luis cortó el diálogo.
Mi pecado, si lo hubo, fue de tardanza. No volví por ti a tiempo; ahora estoy dispuesto a enmendarme; pero quiéreme. ¿No gustas tú de que te respeten? Pues yo también gusto de ser respetado. No debo sufrir que de mí hagas tu juguete. Yo soy una chica de tan buen humor, que, por fortuna, huyo de lo trágico y todo lo tomo a risa.
Sí, hijo, quiéreme; pero haz cuenta de que soy tu madre, y que vengo a cuidar de ti. Tú ser bunita. ¡Mia que yo bonita... con más años que San Isidro, y esta miseria y esta facha!». No menos inspirado hablando que cantando, Almudena le dijo: «Tú ser com la zucena, branca... Com palmera del D'sierto cintura tuya... rosas y casmines boca tuya... la estrella de la tarde ojitas tuyas.
Te andan dentro de ellos todas las auroras de la gloria celestial y todas las llamas del Infierno... Quiéreme, aunque no me lo merezco. ¡Me muero por ti! Si no me quieres, te irás al Infierno... para que lo sepas; te irás conmigo... te llevaré yo, arrastrándote por estas barbas.
Si me quieres mucho, quiéreme en Dios y por Dios, como yo te quiero a ti. De otro modo es pecado fijar nuestra atención y nuestro amor en ninguna criatura. La emoción y el ardor de Ricardo recibieron un chorrito de agua fría con estas palabras, pero supieron resistirlo sin menoscabo y siguieron apoderados de su corazón hasta que llegaron al pórtico de la iglesia.
Quiéreme hacer su madrina Leonor, que no me imagina 1995 Desacomodada ya. DO
Palabra del Dia
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