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Actualizado: 24 de julio de 2025
Adiós, repito, y quiéreme como a tu buena hermana. Esta carta, que, por venir de quien venía, encantaba a Paco Ramírez, no pudo menos de llenarle al mismo tiempo de zozobra. Paco veía y calculaba claramente que su amigo Braulio debía de haber llegado al lugar veinticuatro horas antes que la carta. ¿Dónde se había metido? ¿Dónde había ido a parar?
Y si no me quieres por la que soy, que soy tu verdadera y legítima esposa, quiéreme, a lo menos, y admíteme por tu esclava; que, como yo esté en tu poder, me tendré por dichosa y bien afortunada.
Ahora estoy loca y lo he echado todo a rodar. Dios sea con nosotros... Pero aunque venga lo que venga, quiéreme mucho, Rafael; júrame que me querrás. Sería una crueldad huir después de haberme despertado.
La gente moza, don Modesto, la gente moza; y si no fuera por eso, se acabaría el mundo. Pero el caso es que es preciso darles a estos un espolazo, porque esa gente de por allá arriba quiéreme parecer que se andan con gran pachorra, pues dos años ha que nuestro hombre está queriendo a su ruiseñor, como él la llama, que eso salta a la cara; y estoy para mí, que no le ha dicho buenos ojos tienes.
Razón tienes; tú no eras entonces tú. Trato de figurarme cómo eras y no lo puedo conseguir. Quererte yo y ser tú como a ti mismo te pintas son dos cosas que no puedo juntar. Dices bien, quiéreme mucho, y lo pasado pasado. Pero aguárdate un poco: para dejar redondo el cuento, necesito añadir una cosa que te sorprenderá.
Detrás de aquel «olvida ese capricho y quiéreme como una segunda madre, pues lo soy tuya por la edad y por el cariño que desde niño te profeso,» adivinaba que la generala deseaba que insistiese, y que entendía y alcanzaba mejor aún que él lo interesante de aquella aventura. Si no, ¿por qué había dejado caer la camelia encarnada?
Esto no debió ser así: Y derramando lágrimas y cruzando los brazos, añadió medio vencida por el sueño: ¡Ay! ¡Cuánto te quiero, niño de mi alma! Quiéreme mucho, a la Nela, a la pobre Nela que no es nada.... Quiéreme mucho.... Déjame darte un beso en tu preciosísima cabeza... pero no abras los ojos, no me mires... ciérralos, así, así. De cómo la Virgen María se apareció a la Nela
Sí: Cristeta era romántica, como casi todas las mujeres españolas; y de igual suerte que en un aduar de negruzcos gitanos se puede descubrir un niño sonrosado de pelito rubio y rizoso; a semejanza del grano de oro que corre arrastrado entre el légamo y las toscas piedras del río, así en aquel teatrucho donde toda obscenidad tenían su asiento, vivía ella cercada de ex vírgenes andariegas y mamás alquiladizas, esperando, no el chocar de los centenes ni el crujir de las sedas, sino la voz de un hombre que murmurase en su oído: «¡Quiéreme!»
Chiquilla bonita exclamó este, estrechándola de un modo delirante contra su pecho ¡te quiero con toda mi alma! La Nela no dijo nada. En su corazón lleno de casta ternura, se desbordaban los sentimientos más hermosos. El joven, palpitante y conturbado, la abrazó más fuerte diciéndole al oído: Te quiero más que a mi vida. Ángel de Dios, quiéreme o me muero.
Ella se adelantó a mis deseos, y una tarde, sentada al pie del naranjo, mientras disponía sobre sus rodillas un haz de violetas, separando las que estaban marchitas y comidas de gusanos, cercenándoles el tallo y hacinándolas en grupos, me dijo: Mira, mi Rorró: quiéreme mucho, mucho, como te quiere tu Angelina.
Palabra del Dia
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