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Bonis, en cuanto pudo, huyó del ruido. Dejó a los demás, ya que les divertían, todas las solemnidades y quehaceres propios del caso.

Un día, en su sala de ceremonias dio de manos a boca con un niño de uno de los criados, que se aventuró a llegar hasta allí, y quiso tomarle en sus brazos: pero el niño huyó ante su hosco y arrugado semblante. Por todo esto, pareciole muy pertinente reunir en su casa la buena sociedad de San Francisco, y de entre aquella exposición de doncellas elegir la compañera de su hijo.

Oiga Vd., prosiguió su interlocutor: no es de ahora que noto yo que me huye Vd. la cara. No huyo la cara ni á Vd. ni á nadie, contestó Varmen; pero no soy amiga de dar conversación á los hombres. Ni yo de sembrar para no coger: ¿está Vd., Varmen? ¿Vd. me desprecia á ? No, señor; yo no acostumbro á bajar á nadie de su estado. ¿Yo? No, señor: yo no abro mi ventana. Á otro se la abrirá Vd.

El enano huyó también dando gritos, y a poco la servidumbre entera del palacio corría por todas partes azorada, abriendo y cerrando puertas, e infundiendo la alarma por todo el vecindario.

Entre los médicos insignes que profesaban la religion judáica fué mui celebrado en el siglo XVI Juan Rodrigo, natural de Castel Blanco, el cual temeroso de la Inquisicion huyó á tierra de libertad, donde publicó muchas con el nombre unas veces de Amato Lusitano i otras de Juan Rodriguez de Castel Blanco.

Pero luego, herido por una gran traición, huyó de Francia y compró un barco pesquero, sobre el que anduvo navegando dieciocho meses por los mares británicos, lejos de la humanidad traidora que le había lastimado.

Inclinada sobre él, Lea le vió contraído, terrible, inerte. No había corrido ni una gota de sangre. La aguja tapaba herméticamente la herida y su punta había llegado al corazón. Con pasos cauteolosos, como si temiese despertar de su espantoso sueño al que temía más muerto que vivo, se echó un abrigo por la espalda y huyó á la calle. Sin saber lo que hacía, tomó la dirección de su teatro.

No tengo hijos, o más bien dicho, no si los tengo, porque, si lo supiera a ciencia cierta, no los negaría como padre; pero en la duda, bien sabes que es mejor abstenerse, porque esto de tomar como propias las obras de otros, es un poco grave. Y yo huyo del ridículo sobre todo.

5 Y cuando el vengador de la sangre le siguiere, no entregarán en su mano al homicida, por cuanto hirió a su prójimo por yerro, ni tuvo con él antes enemistad. 6 Y quedará en aquella ciudad hasta que parezca en juicio delante del ayuntamiento, hasta la muerte del sumo sacerdote que fuere en aquel tiempo; entonces el homicida tornará y vendrá a su ciudad y a su casa y a la ciudad de donde huyó.

Al oír Pecado una afirmación tan contraria a los sagrados derechos de propiedad, no se pudo contener más. Huyó de su corazón la generosidad, de su espíritu la prudencia, y arremetió a Zarapicos con tal empuje que este dio algunos pasos atrás, y habría caído en tierra si no fuera también un muchachote robusto. Lucharon, ¡ay!, con varonil fiereza.