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Sofía, mi consuelo, mi sociedad única, mi hija querida, marcha este invierno a Mende. ¡Triste de !... Mi pobre marido está cada día más delicado, puesto que su dolorosa enfermedad va progresando; yo me consagro completamente a él, procurando hacerle olvidar el tiempo, como quisiera olvidarlo yo también, hasta que vuelva mi hijo de Italia.

¿Pero de dónde ha sacado ella ese dinero? dijo la otra. Lo tenía hace mucho tiempo contestó Lázaro, procurando, mientras las Porreñas se ocupaban del oro, prestar algún alivio á la pobre enferma.

Cuando iba ya a tocarle en un hombro, Tirso se puso en pie, hizo ante el altar una lenta genuflexión, se persignó y salió despacito. Al verle llegar a la puerta, Pepe, que había vuelto a salir, le dijo, procurando no dar acritud a sus palabras: Pero, ¿ sabes la impaciencia con que estarán en casa?

Puso el oído á la puertecita, permaneciendo en esta posición largo rato. Luego sacó la llave, la metió con suavidad en la cerradura y abrió lentamente procurando no hacer ruido. Avanzó después por una pequeña antesala, buscando á tientas en la pared otra puerta, hasta que dió con ella y se detuvo. Llamó quedo con los nudillos. Nadie contestó. Tornó á llamar más fuerte.

»Los primeros días, como todos los de boda suelen ser alegres, continuó Lotario, como solía, la casa de su amigo Anselmo, procurando honralle, festejalle y regocijalle con todo aquello que a él le fue posible; pero, acabadas las bodas y sosegada ya la frecuencia de las visitas y parabienes, comenzó Lotario a descuidarse con cuidado de las idas en casa de Anselmo, por parecerle a él -como es razón que parezca a todos los que fueren discretos- que no se han de visitar ni continuar las casas de los amigos casados de la misma manera que cuando eran solteros; porque, aunque la buena y verdadera amistad no puede ni debe de ser sospechosa en nada, con todo esto, es tan delicada la honra del casado, que parece que se puede ofender aun de los mesmos hermanos, cuanto más de los amigos.

Don Paco, procurando y logrando no llamar la atención, dejó a Antoñuelo a la puerta del herrador, su padre. Libre ya don Ramón del poco agradable socio de montura, se despidió de don Paco con nuevas y fervorosas manifestaciones de gratitud y se largó a su casa. Don Paco se fue a reposar a la suya.

Notando que la examinaban, no acababa de marcharse. Daba vueltas en redondo para que se la viese bien por todas partes, adoptaba posiciones caprichosas, afectadas, dirigía preguntas impertinentes a su hermana, reía sin motivo, la cubría de besos y la sobaba sin consideración. Déjame, Ventura. ¡Qué retozona estás hoy! exclamaba aquélla con su franca sonrisa bondadosa, procurando desasirse.

Al instante mismo Fabrice oía un gemido, y Beatriz, saliendo de las sombras, se echó a sus plantas, sobre la arena de la avenida. ¡Te suplico, Beatriz! le dijo en tono de dulce reproche procurando levantarla. ¡Ah! exclamó la sin ventura a través de sus lágrimas , ¡el Cristo perdonó!

¡Oh, si! ya lo supongo dijo Lázaro, procurando quitarse de encima el peso de aquel brazo, que le hundía de la manera más despótica. Quédese usted tranquilo. ¿Va usted á alguna comisión del Doctrino ó de Lobo? No; voy á un asunto. Esta no es noche de asuntos. Buenas noches dijo Lázaro apartándose.

BACALAO AL HORNO. Cortado a trozos después de remojado y limpio, se cuece unos momentos y se pone a escurrir. Aparte y en aceite muy caliente, se fríe cebolla y medio kilo de tomate. En una besuguera se pone una capa de tiras de pimientos asados, otra de tomate, otra de bacalao, y así sucesivamente, procurando que la última sea tomate. Se mete al horno, y se sirve en la misma besuguera.