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SANCHO. ¡Ay, que me muero de amor Y estoy rabiando de celos! Salen DON TELLO y ELVIRA. ELVIRA. ¿De qué sirve atormentarme, Tello, con tanto rigor? ¿ no ves que tengo honor, Y que es cansarte y cansarme? D. TELL. Basta, que das en matarme Con ser tan áspera y dura. ELVIRA. Volverme, Tello, procura A mi esposo. D. TELL. No es tu esposo; Ni un villano, aunque dichoso, Digno de tanta hermosura.

Eso que ama Vd. es la esencia, el aroma, lo más puro de su alma, que ha tomado una forma parecida a la mía. No, Pepita: no se divierta Vd. en atormentarme. Esto que yo amo es Vd., y Vd. tal cual es; pero es tan bello, tan limpio, tan delicado esto que yo amo, que no me explico que pase todo por los sentidos, de un modo grosero, y llegue así hasta mi mente.

La joven se estremeció al oír esa pregunta: se apretó fuertemente las sienes con ambas manos, como si la tempestad desencadenada en su cerebro por las palabras del juez, amenazara con hacerlo estallar: después respiró fuertemente, hasta el punto de que el aire silbara por entre sus dientes, apretados, y por fin exclamó, con la expresión de repugnancia dolorosa y de impotente desdén de quien se siente maltratar y oprimir: ¿Ha concluido usted? ¿Quiere usted seguir divirtiéndose en atormentarme?

¿Y si descubren que estoy aquí y vienen las tres á atormentarme diciéndome que soy muy mal educada? ¡Oh!, si las veo entrar, me muero. No vendrán indicó Lázaro sonriendo. Y si vienen, estaré yo aquí. Ve entonces dijo Clara con una melancolía que detuvo al aragonés un momento y quebrantó un poco su resolución irrevocable. Adiós ... es preciso. Volveré pronto.

Desde el día que hizo usted su primera visita, los dos no hacen más que atormentarme, él con sus reprensiones, ella con sus ruegos. «Que yo no debo perder esta ocasión, porque un partido así no volverá a presentarse nunca». Perdóneme señor, pero yo no quería; aun cuando hubiera sentido simpatía por usted al principio, la insistencia de ellos habría bastado para desanimarme.

MANRIQUE. ; yo no debía engañarte por más tiempo... Vete, vete; soy un hombre despreciable. LEONOR. Nunca para . MANRIQUE. Eres noble, y yo, ¿quién soy? Ya lo sabes. Vete a encerrar con tu orgullo bajo el techo de tus padres. LEONOR. ¡Con mi orgullo! te gozas, cruel, en atormentarme. Ten piedad... MANRIQUE. Pero soy libre y fuerte para vengarme... Y me vengaré... ¿Lo dudas?

Acepté más que de prisa el brazo que el Marqués de Oreve me presentaba, arqueado en forma de guirnalda. Cuando pasé al lado de Máximo, que acababa de llegar, me echó una mirada severa que me intimidó. Pero como tenía conciencia de no haber hecho nada malo, no quise atormentarme. Después de comer, Lautrec se llevó a Máximo a un rincón para concertarse con él y en seguida cogió un cigarro y salió.

Pensaba descansar un ratito y pasar luego a la habitación de Guillermina. «No, no paso; no quiero verla más. ¿Para qué atormentarme? Se acabó. Pongámosle encima una losa». Al poco rato, sintiendo que Jacinta salía, acercose a la puerta con ánimo de verla. Pero no puedo ver nada.

Desde aquello que hubo con José Luis, no, puedes estar segura. ¡Tengo una indiferencia! Adriana con ardiente alegría acarició a Laura, contemplándola. ¡Ah, qué alivio! ¿Sabes lo que se me había ocurrido, la sospecha que había empezado a atormentarme? No, Adriana, no puedo imaginarlo. ¿Ni siquiera imaginarlo? ¡Oh! ¡cómo he podido crearme un motivo de tormento que no existe!

, mon vieux. Lo estimo, lo amo. Con el amor no se badina pas. Si me quieres, sea; pero no has de atormentarme con celos; has de ser amigo del pobre Jules. Y si no, la puerta está abierta. Será lo mejor. Voil