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Su palacio encierra muebles incrustados de marfil y nácar, estatuas de mármol de Paros, vajillas de plata, vasos de Nola y jarrones del extremo Oriente, que tienen un barniz desconocido en los imperios de persas y de romanos. Ella hace visitas a mi costa en silla de manos lindísima, o se pasea o va al circo o al hipódromo en reluciente carroza o harmamaxa, tirada por cuatro blancos caballos.

El fausto fué creciendo cada dia: el Gran Canal víóse henchido de magníficas góndolas, con incrustados de márfil, con estupendas molduras, con cortinajes y pabellones de damasco. Despertóse un sentimiento muy pronunciado de rivalidad que dió orígen á enemistades, duelos, y crecidísimos dispendios en las familias.

Fernando creyó morir entre la alfombra y los muelles del diván incrustados en su espalda. El calor era sofocante en este encierro, lejos del ventilador y de la brisa que entraba por el tragaluz. Apenas quedó acoplado en tal in pace, sintió que le dolían todas las articulaciones y que su pecho se aplastaba contra el entarimado como si fuese a romperse.

El oro, la plata, el cobre, el acero y todos los metales bajo mil formas, brillan donde quiera en moles tentadoras para la multitud, miéntras que los diamantes, todas las piedras preciosas conocidas y los cristales de imitacion, incrustados en una joyería de inagotable variedad, multiplican los reflejos de la iluminacion, dándoles á las calles no qué aspecto de fantasmagoría hechicera ó prodigiosa como los cuentos de las Mil y una noches.

Los bloques de piedra habían sido cortados en grandes exágonos regulares, y formaban, incrustados unos en otros, un mosaico uniforme, marcándose cada pieza por su reborde de cemento.

No había allí estatuas de mármol, ni custodias doradas, ni ricos vidrios ni cuadros raros; solamente las cuatro paredes húmedas y agrietadas, el tragaluz abierto por el que entraban libremente el viento, la lluvia y la nieve o, a veces, un cálido rayo de sol y la imagen argentina de la luna o de la estrella de los marinos; la puerta maciza como la de una cárcel, abierta día y noche en el camino solitario sin temor de que nadie encontrase nada que meter en las alforjas; unos bancos de piedra incrustados en el suelo apisonado y alineados enfrente de un altar de madera carcomida en el que se mostraba una grosera imagen de la Virgen niña, apoyada en la falda de su madre, dos figuras angulosas y tiesas, pero a las que el pintor primitivo, a falta de genio, había dado una suavidad divina.

El salon del Consejo de los inquisidores de estado, que se componia de tres miembros, está poblado de lienzos del Verones, soberbios, como todos los que brotaron de su paleta: el pavimento de este salon, como el de todos, es de mosáico el mas precioso de mármoles incrustados.

El arroyo de las piedras que corre por un áspero cauce entre orillas cubiertas de lozanos y fecundísimos olivos, la tranquila Fuen-Santa, pequeña capilla que alza sus modestos muros en medio del mas seductor paisage, la vista del imponente Guadalquivir que se desliza magestuosamente al pie de la ciudad besando sus murallas, una que otra escena campestre acaban de embellecer sus alrededores, donde pueden á cada paso espaciarse los sentidos descubriendo entre lejanos montes pueblos y castillos en cuyas coronas de almenas estan incrustados los recuerdos de diez siglos.

Los ojos orgullosos, coronados de espesas cejas, estaban como incrustados en una frente estrecha y altanera. La boca era fina, sinuosa y como contraída con desagrado. La barbilla puntiaguda indicaba á su pesar tendencias autoritarias llevadas hasta la tiranía.

La puerta era de complicados herrajes; los ventanales tenían vidrieras con figuras de colores; sobre el muro gris estaban incrustados relieves de mármol y escudos antiguos. Golpeó inútilmente con un dragón de hierro que servía de aldaba. Al fin apareció en un sendero inmediato, entre dos muros, una mujer greñuda con un niño en brazos.