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La cocina nacional, que sin duda hubo de estar floreciente y adelantada en el siglo XV, como lo atestiguan D. Enrique de Villena y Ruperto de Nola, ha venido a caer en espantosa decadencia en el siglo XVII por el beaterio, penitente y devoto, y en el día por la afición y prurito de gastarlo todo en trapos transpirenaicos.

Todos aplaudieron el breve discurso de Teletusa, y animada ella con el aplauso, se atrevió a proseguir: La pólvora da muerte y la harina es el mejor y más usado sustento de la vida. A la harina, pues, me atengo. Quiero que sepáis, señores, que una prima mía muy guapa fue la buena amiga y tal vez el oíslo del famoso cocinero Ruperto de Nola.

Su palacio encierra muebles incrustados de marfil y nácar, estatuas de mármol de Paros, vajillas de plata, vasos de Nola y jarrones del extremo Oriente, que tienen un barniz desconocido en los imperios de persas y de romanos. Ella hace visitas a mi costa en silla de manos lindísima, o se pasea o va al circo o al hipódromo en reluciente carroza o harmamaxa, tirada por cuatro blancos caballos.

Instintivamente tenía idea de la alteza de su misión; nació artista, y sin haber leído a Ruperto de Nola, ni a Martínez Motiño, ni a Juan de Altimiras, ni a la Mata, ni a Brillat-Savarin, ni a Carême, sabía que quien da bien de comer a sus semejantes merece que se le abran de par en par en este mundo las puertas del agradecimiento y en el otro las del Paraíso.

El jefe de la cocina era gallego, como el ayuda de cámara del señor, pero tan diestro e inspirado artista como en las edades pretéritas pudo serlo Ruperto de Nola y como puede serlo en el día el más aventajado y brillante discípulo de Gouffé o del glorioso Antonio María Carême, más que oficial, príncipe de boca.

»Algunos días después recibimos una visita que estábamos muy lejos de esperar. Carlos iba frecuentemente a desayunarse y a pasar el día con nosotros. Un criado entró y dijo en voz baja a Carlos que monseñor el obispo de Nola deseaba verle. Carlos exclamó sorprendido: »¡El! ¡en Inglaterra!... ¿Qué le ha traído?... ¿Por qué no entra? ¿Teme volver a ver a sus amigos y encontrarse entre ellos?

»Fiel a un plan que me había propuesto, me decidí a escribirle secretamente a Teobaldo, al obispo de Nola, al cardenal de Bibbiena; y comprendí que debía todos esos títulos a la amistad y protección de Carlos. Sin prevenirle ni darle conocimiento de lo que quería de él, le rogaba que fuese lo más pronto posible, porque tenía que pedirle un servicio de mucha importancia.

» me contestaron, Teobaldo Cecci, obispo de Nola, el más joven de los cardenales y el último nombrado por el Papa Benito. La influencia de la Reina le ha hecho alcanzar tan alta dignidad, que merece por su piedad y su talento. »Yo quedé asombrada. Todo lo que veía, todo lo que oía, teníalo por cosa de magia.