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A las ocho ya estaba doña Lupe de vuelta, y parecía una pólvora; tal era su actividad. Como que a las diez debían ir a la Iglesia. «Pero no, no iré, porque si voy, de fijo me hace Papitos algún desaguisado». La suerte fue que vino Patricia, y entonces se decidió la señora a asistir a la ceremonia.

Lo que importa es dirigirse a con el corazón limpio y la intención recta, como os ha dicho ayer vuestro capellán, que no habrá inventado la pólvora; pero, en fin, es buen hombre y sabe su obligación.

Quevedo aprovecho el tiempo, se fué al ángulo donde empezaba el reguero de pólvora que iba á terminar en los depósitos de pólvora de la reja y le puso fuego; instantáneamente retumbó una detonación y á seguida un golpe, como de un objeto desprendido y que había parado á poca profundidad.

Tenía quizá también a su anciana madre para llorarle, para llorar al que había mecido en sus brazos cuando niño. ¡Era quizás un porvenir brillante que se malograba, un nombre ilustre que se extinguía en él! ¡Qué pesar debía producir su muerte! ¡Cuánto debían llorarle! ¡Dichoso, tres veces dichoso joven! ¡qué no debía a la culebrina de Kernok! con una bala había hecho un héroe llorado en los tres reinos. ¡Qué hermosa invención la de la pólvora!

¿Qué será esto? pregunté yo. Parece pólvora. Lo es contestó Garmendia . El que le ha mandado a usted esto no es un amigo. Probablemente si llega usted a intentar abrir la caja, lo hubiera usted pasado muy mal. Hicimos otro boquete en el metal y sumergimos la caja en agua para que la pólvora se humedeciese, y a los dos días, cuando ya se notaba que toda la pólvora estaba mojada, abrimos la caja.

Dióle muchas razones en contra, con su ánimo intrepido y valeroso el Padre Cardiel, poniendo por delante el valor y experiencia de aquella gente, los pertrechos que tenian de fusiles, pólvora y balas, la cobardia de todo indio, cuando halla resistencia, y finalmente, la causa tan de Dios que llevaban de su parte, que era la conversion de aquellos gentiles.

Körner la dirigía como ingeniero, y Nepomuceno estaba al frente de la Sociedad comanditaria que le daba el jugo crematístico. A los Valcárcel, agotados, les habían dejado algo, muy poco, y sin saberlo ellos apenas. La fábrica de pólvora estaba implantada en los terrenos de la vieja, como llamaban ya a la fábrica primitiva.

Ahora bien; si el verdadero inconveniente de los diputados filipinos consiste en el olor á igorrotes que le ponía tan inquieto en pleno Senado, al aguerrido general Sr. Salamanca, el Sr. D. Sinibaldo de Mas, que ha visto de cerca á los igorrotes y ha querido vivir con ellos, puede afirmar de que olerán, cuando peor, como la pólvora, y el Sr. Salamanca, sin duda, no tiene miedo á ese olor.

A esta fatalidad sobrevinieron otras, cuales fueron la de haberlos cargado el enemigo, haberse pegado fuego á la pólvora que tenian, y caídoles un lienzo del edificio en que se alojaban: y muertos unos, otros abrasados, y no pocos envueltos en la ruina de la pared, fueron todos consumidos y disipados, y el rebelde se aprovechó de las armas de fuego y blancas, reforzándose con los despojos de sus mismos enemigos.

Eso es tentar a la Divina Providencia. ¡Jesús!, y lo menos tendrán cuarenta mil cañones, para que estos enemigos se maten unos a otros. Lo que es como Mr. Corneta tenga bien provistos los pañoles de la pólvora contestó Marcial señalando al corazón , ya se van a reír esos señores casacones. No será ésta como la del cabo de San Vicente.