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En casa lo tengo, mi oíslo me aguarda; en acabando de comer, daré la vuelta, y satisfaré a vuestra merced y a todo el mundo de lo que preguntar quisieren, así de la pérdida del jumento como del gasto de los cien escudos. Y, sin esperar respuesta ni decir otra palabra, se fue a su casa. Don Quijote pidió y rogó al bachiller se quedase a hacer penitencia con él.

Y no lo tengas a mucho, que cosas y casos acontecen a los tales caballeros, por modos tan nunca vistos ni pensados, que con facilidad te podría dar aún más de lo que te prometo. -De esa manera -respondió Sancho Panza-, si yo fuese rey por algún milagro de los que vuestra merced dice, por lo menos, Juana Gutiérrez, mi oíslo, vendría a ser reina, y mis hijos infantes.

Á través de los siglos véola al frente de las otras naciones, pueblo rey entre todos los pueblos, grande en la guerra pero más grande aún en la paz, progresiva y feliz, sin más monarca que la voluntad de sus hijos, una desde Calais hasta los azules mares del sur. ¿Oíslo, señor de Morel? exclamó triunfante el caudillo francés. Pero ¿qué de Inglaterra? preguntó tristemente el barón.

-Y el mío -añadió Sancho-, pues no he visto en toda mi vida randera que por amor se haya muerto; que las doncellas ocupadas más ponen sus pensamientos en acabar sus tareas que en pensar en sus amores. Por lo digo, pues, mientras estoy cavando, no me acuerdo de mi oíslo; digo, de mi Teresa Panza, a quien quiero más que a las pestañas de mis ojos.

Todos aplaudieron el breve discurso de Teletusa, y animada ella con el aplauso, se atrevió a proseguir: La pólvora da muerte y la harina es el mejor y más usado sustento de la vida. A la harina, pues, me atengo. Quiero que sepáis, señores, que una prima mía muy guapa fue la buena amiga y tal vez el oíslo del famoso cocinero Ruperto de Nola.

No entiendo lo que decís, huésped, en eso de ser y no ser vuestra criada la fregona. Yo he dicho bien añadió el huésped ; y si vuesa merced me da licencia, le diré lo que hay en esto, lo cual jamás he dicho a persona alguna. Primero quiero ver a la fregona que saber otra cosa; llamadla acá dijo d Corregidor. Asomóse el huésped a la puerta de la sala, y dijo: ¿Oíslo, señora?