United States or Puerto Rico ? Vote for the TOP Country of the Week !


Decidimos que Allen entrara a comprar un poco de pan. Allen volvió en seguida, diciendo que no había nadie. ¿No hay nadie exclamó Ugarte . Pues mejor. Y entró y volvió al poco rato con un pan y un trozo de cecina. Estábamos convertidos en ladrones vulgares, Ugarte se dirigió al puerto. Pero, ¿a qué vamos por aquí? ¿No es mejor ir a la playa? dije yo. Haremos una intentona contestó él.

Allá, después de un buen cuarto de hora, cuando aún no estábamos a la mitad del camino, observé que Gloria me dirigió con el rabillo del ojo una rapidísima mirada, como si tuviese curiosidad de ver lo que yo hacía. No lo que pasó por . Sentime de pronto revivir, como un hombre medio ahogado a quien sacasen la cabeza fuera del agua.

»Cierto día, el aire era pesado y cálido, el calor sofocante; formábase en el mar una tempestad; estábamos sentados en el parque, y hacía algunos instantes que hablaba a Carlos, y que éste nada contestaba... Tomé su mano y sentí que abrasaba... »¡Tiene usted fiebre le dije; una fiebre ardiente!

Recalde persistió en sus tentativas, y llegó a impedir que siguiera inundándose el bote. Estábamos a unos doscientos metros de la gruta de Izarra. Habrá que ir directamente a la cueva dije yo. ¡A la cueva! ¿Para qué? preguntó Recalde, sobresaltado. No habrá más remedio. Si no se nos va a abrir el Cachalote antes de llegar a la punta del Faro. , es verdad; vamos.

CAP. XXXIII. Como vimos rastro de Christianos. Despues que vimos rastro claro de Christianos, i entendimos, que tan cerca estabamos de ellos, dimos muchas gracias

Entonces creía usted en Dios... Es posible... Cuando una es joven cree todo lo que le cuentan... pero después todo varía... Ya no creo en nada... Esas son historias para divertir a los pobres. Volvió los ojos irritados hacia la puerta, en la que estábamos apoyados Gerardo y yo, y dijo: Oiga usted; pregunte a esos señores si van a misa. ¡Yo voy! dijo Gerardo. ¿Y a confesarse?... ¡Bah!

Al fin se oyó en el estragal la campanilla del monago, y casi al mismo tiempo la voz potente de don Sabas rezando algo que no se entendía bien; después enmudecieron uno y otra, y se percibieron claramente las recias pisadas del Cura y de los que le escoltaban, sobre los peldaños de la escalera; al abocar al crucero, los pasos más distintos y otro rezo de don Sabas; los que aún no estábamos de rodillas, nos hincamos, y los pechos, oprimidos ya por el peso de aquel cuadro imponente... desahogáronse en suspiros o en sollozos entrecortados, que fueron recorriendo, como nota fúnebre llevada por el aire, todos los ámbitos de la casona.

La desigualdad del piso, el humilde aspecto de las casas, la escasa animacion que reinaba en todas partes llamaron por de pronto nuestra atencion: nos parecia que estábamos en una de esas villas puramente agrícolas en que los habitantes dejan la poblacion por la campiña al primer crepúsculo del alba.

»Apenas serían dos horas pasadas de la noche, cuando ya estábamos todos en la barca, en la cual se le quitó al padre de Zoraida la atadura de las manos y el paño de la boca; pero tornóle a decir el renegado que no hablase palabra, que le quitarían la vida.

Ellos se acercaban serios y graves, nos daban la mano a y a otros convidados desconocidos que estábamos como en asamblea, con el brazo rígido como si fueran a pegar una puñalada o a asigurar un ñudo, murmuraban algo que no se entendía y luego se sentaban en rueda, con toda simetría, tratando, a fuer de bien criados, de colocar los pequeños bancos de una cuarta de alto y formados por un trozo de madera pulido por el uso y las asentaderas, y con las cabeceras llenas de pequeños cortes producidos por el cuchillo al picar el naco, de modo a no dar la espalda a nadie.