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Instintivamente tenía idea de la alteza de su misión; nació artista, y sin haber leído a Ruperto de Nola, ni a Martínez Motiño, ni a Juan de Altimiras, ni a la Mata, ni a Brillat-Savarin, ni a Carême, sabía que quien da bien de comer a sus semejantes merece que se le abran de par en par en este mundo las puertas del agradecimiento y en el otro las del Paraíso.

Con violencia llamo a sus puertas para que se me abran. Con ajenjo me alimenta Dios para probarme, y en balde le pido que aparte de ese cáliz de amargura: pero he pasado y paso en vela muchas noches, entregado a la oración, y ha venido a endulzar lo amargo del cáliz una inspiración amorosa del espíritu consolador y soberano.

Cada hoja tiene su jarro, lo cual hace una perspectiva, rara y extraordinaria. No es del todo cierto que estos jarritos se abran y cierren todos los días.

Resuenan en el ancho zaguán los golpes del Caballero. Ante la puerta hostil y cerrada se levanta, como un oleaje, el vocerío de la hueste mendicante y los viejos criados despedidos de la casona. ¡Abran a su padre! ¡Abran a su padre! ¡Derribad la puerta! ¡Mis verdaderos hijos sois vosotros! ¡Tengan caridad para su padre! ¡Caridad y respeto! ¡Caridad y respeto! ¡Eso lo da sólo el amor!

Con lo que lleva encima la criada había para vestir a cuatro mil pobres... El papá debe de haber robado mucho. Está gordo como un lechón... De consiguiente, que lo abran en canal... Tomemos por aquí a la derecha, para ir a la Casa de Fieras... Pero no entraré; estoy cansado de verlas. ¡Puño, cuánto coche! Allá va D. Melchor acompañando a dos niñas. , para ti estaban, bruto. Son las niñas de Pez.

Probó a abrir valiéndose de la fuerza y de la maña. Pero ni una ni otra valían en aquel caso. La puerta del sagrado recinto estaba bien cerrada. Siguió la infeliz mujer exhalando gemidos, como los de un perro que se ha quedado fuera de su casa y quiere que le abran. Después de media hora de inútiles esfuerzos, desplomose en el umbral de la puerta, e inclinando la cabeza se durmió.

Aquí viene lo güeno exclamó Poenco . Desapartarse todo el mundo. Abran calle; calle, señores... espejen, que pasa su majestad miloro.

Y por tarde que lo abran después, siempre lo abrirán a tiempo. Yo no si el lector ha observado mi actitud ante el porvenir de España. Hasta ahora, esta actitud ha venido siendo la de un escéptico, la de un hombre sin fe ni esperanza ningunas.

Subíamos lentamente, ellos delante, yo detrás, y aquellos menudos hilos de seda, pendientes de la espalda y de la cintura de Inés, flotaban delante de mis ojos. Como quien llega a la puerta del Cielo y tira del cordón de la campanilla para que le abran, así cogí yo entre mis dedos uno de aquellos cordoncitos rojos y tiré suavemente. Inés volvió la cabeza y me vió.

33 Vended lo que poseéis, y dad limosna; haceos bolsas que no se envejecen, tesoro en los cielos que nunca falta; donde ladrón no llega, ni polilla corrompe. 34 Porque donde está vuestro tesoro, allí también estará vuestro corazón. 36 y vosotros semejantes a hombres que esperan cuando su señor ha de volver de las bodas; para que cuando viniere, y tocare, luego le abran.