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«Estas cosas hay que hacerlas así, iba pensando por la calle. Si vacilo, si me estoy días y días dándome jaqueca con la idea de que esto es un crimen... a lo mejor viene el trueno gordo, D. Benito se cansa de esperar, Nepomuceno se entera del caso y... primero morir; cien veces la muerte y el infierno. A pagar, a pagar. ¿No quería secreto el señor cura? Pues ya verá qué secreto.

Tomola este por una de las infinitas personas, de aspecto decente, que iba a pedir limosna a la marquesa, y le dijo: «¡Qué bonita es usted, prenda!». Puede juzgarse cómo estaría su espíritu, cuando este ultraje apenas le hizo impresión. En el portal estaba Alonso y un hombre muy gordo, el cual al pasar la miró con atención picaresca. Ambos le hicieron un frío saludo.

Y contestaba Glocester, al oído del beneficiado: Es que ya no tiene vergüenza; se ha puesto el mundo por montera. Debe de haber pasado algo gordo... ¿A qué crimen alude usted? Al de adulterio... Ps... yo creo que... todavía están algo verdes. Sin embargo, por él no quedará, y el crimen es el mismo.... A Glocester le disgustaba figurarse al Magistral vencedor de la Regenta. Era caso de envidia.

Del gabinete de la derecha salió un gato blanco, gordo, de cola opulenta y de curvas elegantes; se acercó al sofá paso a paso, levantó la cabeza perezoso, mirando a la Regenta, dejó oír un leve y mimoso quejido gutural, y después de frotar el lomo familiarmente contra la sotana del Provisor, salió al pasillo con lentitud, sin ruido, como si anduviera entre algodones.

Así no quedará usted expuesto a contingencias nocivas para sus intereses. Hizo una pausa, me vió de arriba abajo, y agregó: Tendrá usted quince pesos mensuales. Me parece que para empezar es una cantidad... ¡muy decente!... Era una miseria, sin duda, pero, dadas mis circunstancias, aquella cantidad me pareció el premio gordo.

¡Voto a tal -dijo un labrador que escuchó la sentencia de Sancho- que este señor ha hablado como un bendito y sentenciado como un canónigo! Pero a buen seguro que no ha de querer quitarse el gordo una onza de sus carnes, cuanto más seis arrobas.

Mas como ella se detuviera de nuevo para repetir aquel concepto de la honradez, Feijoo, que era hombre muy franco, no pudo menos de decirle: «Amiguita, usted no está buena, quiero decir, a usted le ha pasado algo muy gordo. Confiese usted a , que soy un amigo leal, y le daré buenos consejos». ¿Pero duda usted dijo Fortunata, apoyándose en la pared , que yo haya sido siempre...?

A veces, sin embargo, me asaltaban impulsos de contar un cuento picante o de soltar un juramento gordo. Esta perpetua vigilancia sobre mismo me abrumaba. Gracias a Dios, tengo el corazón bastante tierno y bastante generoso para comprender las exigencias de otro corazón, sin que haya afectación de mi parte.

Hay que desengañarse manifestó un gordo y colorado caballero de aspecto bonachón , todos los carlistas son unos pillos o unos tontos. Yo no emplearía con ellos otros medios que el exterminio..., ¡el hierro y el fuego! Vamos a cantarles el trágala cuando pasen dijo un chico desarrapado a otros dos elegantes que le acompañaban.

D. Manuel Moreno Isla no fue aquella noche; pero Arnaiz el gordo, y Gumersindo Arnaiz, con sus tres pollas, Barbarita II, Andrea e Isabel; mas a sus tres hermanas eclipsaba Jacinta, que estaba guapísima, con un vestido muy sencillo de rayas negras y blancas sobre fondo encarnado. También Barbarita tenía buen ver.