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¡Ah! ¿Te ha convidado á la juerguecilla del barco?... También á me convida; pero á la verdad... no qué hacer. Quisiera que me dieses tu parecer, porque, hijo mío, te lo digo con todas las veras de mi alma, eres el único hombre decente con que he tropezao en la vida y á nadie pido un consejo con tanta satisfacción como á ti... Muchas gracias manifestó el caballero de Medina sonriendo.

El infeliz ignoraba que el dinero no es monje cartujo que gusta de estar guardado y criar moho, y que es un libertino que se desvive por andar al aire libre y de mano en mano. Mendigos ha habido, en todos los tiempos, que a su muerte han dejado un caudal decente.

Pero a mi pesar mis ojos se volvían hacia donde Magdalena dormía, vestida de ligera muselina, acostada sobre la áspera tela que le servía de alfombra. ¿Estaba encantado? ¿Estaba torturado? Trabajo me costaría decir si deseaba algo más allá de aquella visión decente y exquisita que reunía todas las circunspecciones y todos los atractivos.

Según sus piadosos compañeros de sexo, debía andar más allá de los sesenta años, y sin embargo tenía el atrevimiento de rasurarse la cara lo mismo que un muchacho casadero, en vez de dejarse crecer la barba como toda señora decente que ha dicho adiós á las vanidades mundanas y sólo piensa en el gobierno de su casa.

Hubo aquello de «con tal que no haya escándalo..., yo no quiero líos..., usted parece persona decente, etc., etc.». Todo lo cual oyó Cristeta violentándose para no enviar a la Jesualda noramala.

Mi querido Adalberto, te ruego que no me vuelvas a cantar tu antífona: «Marta era mi carne y mi sangreya lo sabemos. Pero, si quería mostrárseme como una sobrina afectuosa y agradecida, ¿por qué no le trajo la dote necesaria? ¡Porque nada tenía, naturalmente, nada! Mi hermano murió indigente como una rata de iglesia. ¿Es esto decente en un miembro de mi familia?

Era una proposición agradable y exactamente lo que Nancy deseaba; entonces, ¿por qué se sintió algo ofendida de que el señor Godfrey se la dirigiera? Entraron, y ella se sentó en una de las sillas contra las mesas de juego, considerando aquella posición como la más decente y la más inaccesible que pudiera escogerse. Gracias, señor dijo la joven inmediatamente . No quiero causaros más molestias.

Usted es una persona decente que ha venido á menos, y tiene todo el aquél de mujer fina, como hija neta de marqueses.... Bien lo ... y que le quitaron la posición que le corresponde esos pillos de la curia.... ¡Ay, Jesús! exclamó Isidora, exhalando en un suspiro todas las remembranzas tristes y alegres de su novelesco pasado. No hablemos de eso.... Pongámonos en la realidad.

Creo que la mejor manera será haciendo á su hija feliz y á esto me comprometo... Aquel Velázquez calavera, mujeriego y pendenciero se marcha en ese barco para el Perú. El que aquí queda es un hombre decente que sabrá mientras viva querer á su esposa y respetarles á ustedes.

Hay que transigir con las formas, y tomar las cosas de la vida como son. ¿Y quién te dice que tratándole algo, no llegues a tenerle afecto? Porque él es bueno y decente. Anoche le vi, y no me ha parecido tan raquítico. Ha engordado; ha echado carnes, y hasta me pareció que tiene un aire más arrogantillo, más...». Sonriendo tristemente, expresaba la joven su incredulidad.