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Era menester más dominio sobre la natural condición para vencer en esta lucha que el del esparciata que sin verter una lágrima y sin lanzar un quejido se dejó desgarrar el cuerpo por las uñas de una fiera. Ni enojo, ni envidia, ni celos, ni amor se propuso mostrar el P. Enrique, sino amistad finísima e inalterable como siempre.

Se dió cuenta de que estaba sentado en un sillón, con las piernas extendidas. Luego se incorporó, soltando el brazo de madera, que dejó oir un nuevo quejido de quebrantamiento al verse libre de la desesperada opresión. Rápidamente fué reconociendo el verdadero aspecto de todo lo que le rodeaba. El sol rojo no era mas que una lámpara eléctrica de las que alumbran el puente de paseo de un paquebote.

Creyó que hablaba en sueños... pero no; era simplemente quejido sin articulación que acostumbraba a lanzar cuando dormía, quizá por causa de una mala postura. Los pensamientos políticos nacidos de las conversaciones de aquella noche, huyeron pronto de la mente de Jacinta. ¿Qué le importaba a ella que hubiese República o Monarquía, ni que D. Amadeo se fuera o se quedase?

Y todos salieron a la desbandada, empujándose, ansiando en la asfixia de la embriaguez aspirar el aire libre del patio. Muchas, al abandonar la silla andaban tambaleantes, apoyando la cabeza en el pecho de un hombre. La guitarra del señor Pacorro sonó con triste quejido al chocar con el quicio de la puerta, como si la salida fuese estrecha para el instrumento y el Águila, que lo empuñaba.

Penetraban en las cuadras, se escurrían entre las patas de las bestias, repitiendo su quejido por la muerte de Mari-Cruz; corrían, ciegos por las lágrimas, tropezando con las esquinas, con los marcos de las puertas, volcando en su carrera aquí un arado, más allá una silla y seguidos por los perros libres de cadena que les acosaban por todo el cortijo, uniendo sus ladridos a los desesperados lamentos.

Al andar rayando con la media tarea, el tañido de una campana, desigual e intermitente, ora remoto, ora cercano; como débil quejido de agonía, unas veces; vibrante y clamoroso otras, según los caprichos del viento encajonado y revuelto en las estrecheces y encrucijadas del valle. Era el primer toque «a administrar», la señal que se hacía en la iglesia al vecindario para los fines que sabía él.

La miró Julio, pasmado en medio de un quejido, y bajando los ojos, desde los serenos de la niña hasta la limosna refrigerante del agua, bebió ansioso y dejó de quejarse. Carmen, llena de misericordia, se sentó callandito cerca de la cama, y allí se estuvo con las manos cruzadas sobre el regazo, con una blanda actitud de meditación y de tristeza....

Y el lamento era tan penetrante, tan afilado y agudo, que más que voz de un ser viviente parecía el sonido de la prima de un violín herida tenuemente en lo más alto de la escala. Sonaba de esta manera: miiii... Jacinta miraba al suelo; porque sin duda el quejido aquel venía de lo profundo de la tierra. En sus desconsoladas entrañas lo sentía ella penetrar, traspasándole como una aguja el corazón.

Se sorprendió al oir un quejido, un sollozo... Luego se dió cuenta de que era él mismo el que acompañaba sus reflexiones con un hipo de dolor. La esposa estaba á sus pies.

Salió al mundo de las letras por la "puerta grande", al obtener el primer premio en un concurso de cuentos para plumas femeninas . Cuatro años después mereció igual galardón en certamen organizado por la "Casa de España", de Manila, Dirigió la Sección femenina de "La Vanguardia", de la misma ciudad. Hace poco más de un año mora en la Península. Ha lanzado la paloma su quejido lastimero.