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La hija del sol diría á sus damas: «Señoritas, desde hoy ninguna me ha de andar derechael fosco guerrero, por el contrario, les diría apoyándose en la clava, para dar mayor fuerza á la dolorosa innovación: «¡Guay de vosotros si la venidera luna no os encuentra dos veces chatosTodo esto será más ó menos exacto, pero convengamos en que pudo ser, pues no todo lo antiguo ha de tener su origen en la filosófica madurez de tal ó cual necesidad.

Las hipótesis respecto de las causas probables de tamaño lance abundaban, se entrelazaban, se mezclaban, llegaban al absurdo y siempre acababan apoyándose en ejemplos de casos semejantes y de otros mucho más extremados. Körner demostró gran erudición en el particular; pero se preferían como mejor testimonio, más digno de crédito, las cosas más recientes y de la localidad.

La noche estaba nublada, pero no muy obscura. La luz de la luna se cernía al través de la capa de nubes, dejando bien percibir los objetos a corta distancia. Caminaba con premura, apoyándose en un grueso bastón de estoque. Además llevaba en el bolsillo un revólver. Sentía una tristeza profunda. Aquella prueba que iba a hacer le causaba temor y remordimientos a la vez.

Algo más de colérico hubiera dicho el moro, a no haber llegado el viejo Gerif, quien, apoyándose en aquellos dos reales vástagos de su familia, los hizo andar hacia la aldea, él pensando en las grandezas pasadas de su estirpe, el mancebo en su engrandecimiento futuro y María en el bien pasado, las angustias presentes y en lo incierto del porvenir.

Los ámbitos del lago quedaron iluminados, y los líquidos senos del monstruo se estremecieron levemente al recibir la caricia del astro de la noche. Allá entre la juncia de la orilla oyóse la voz dulce y aflautada de un sapo. Pedro bajó lentamente, apoyándose con las manos en las rocas hasta tocar con sus pies en los bordes del agua, y permaneció inmóvil.

Desde entonces ya no bramó el tigre; acercábase a saltos, y en un abrir y cerrar de ojos sus poderosas manos estaban apoyándose a dos varas del suelo sobre el delgado tronco, al que comunicaban un temblor convulsivo que iba a obrar sobre los nervios del mal seguro gaucho.

Torrebianca no pudo ocultar su sorpresa ante la mirada inquietante de tantos ojos fijos en su persona. Luego se dió cuenta de una impopularidad que juzgaba inexplicable, y acabó cerrando las vidrieras con triste altivez. Pasados algunos minutos abrió Sebastiana la puerta de la casa, apoyándose en una baranda de la galería exterior.

Su cuerpo es un verdadero saco, envuelto en músculos muy fuertes, duros y resistentes, y parece no tener otra función que la de comer o, mejor dicho, devorar. Viven en grandes familias en el fondo de aguas claras y tranquilas, y se arrastran como serpientes, apoyándose en las esponjas que suelen rodear sus cuerpos, y se nutren de algas marinas y de otros moluscos.

Este país de sol, de perspectivas azules y risueñas, parecía poblado por una humanidad superviviendo á un cataclismo. Oficiales elegantes, de esbelto talle, arrastraban una pierna, avanzaban con precaución un pie elefantíaco, se doblaban, avejentados, apoyándose en un garrote.

Se dió cuenta Lubimoff repentinamente de que ella, mientras hablaba, se había ido aproximando, de almohadón en almohadón, apoyándose en los codos. Casi estaba á sus pies, con la cabeza en alto, pretendiendo envolverle en el efluvio magnético de su mirada ascendente y fija.