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Contar, por extenso, los peligros de caer en manos de enemigos, no menos de Dios que de los españoles, de naufragar en escollos, de encallar en la arena, de contrariedad de vientos, de tempestades en el agua y en el aire, sería nunca acabar; parecía que todo el infierno había tocado al arma y salido del abismo para impedir con todo el esfuerzo posible el feliz logro de este viaje; y Dios, cuyos juicios, como dijo David, son un abismo insondable, permitió no se lograse una empresa tan deseada de tantos pueblos y ciudades.

Veía que me condenaba a puñados y que me iba al infierno por sólo el sentido del tacto. Si hablaba, solía, porque no me oyesen los demás que estaban en las rejas, juntar tanto con ellas la cabeza, que por dos días siguientes traía los hierros estampados en la frente, y hablaba como sacerdote que dice las palabras de la consagración.

¡El infierno! exclamó Plutón riendo. ¡Estás en él, querida! ¿No has aprendido en la doctrina que el infierno está debajo de la tierra? Pues debajo te encuentras y nada menos que en compañía del diablo mayor.

Las hazañas de los soldados de la revolución contra los reyes de Europa coligados no podían admirarme. No me parecían la defensa serena del que confía en su valor y en su derecho, sino el brío febril de la locura, excitada por la embriaguez de la sangre y por medio de asesinatos horribles. París se me antojaba el infierno, y no atino ahora á comprender cómo permanecí tanto tiempo en él.

Y cuando en medio de gemidos que no tengan nada de terrestres, esta ciudad sea engullida por fin y profundamente fijada bajo la mar, todavía, levantándose sobre sus mil tronos, el Infierno le rendirá homenaje. En el mes de Junio, a media noche me encuentro bajo la mística luna.

Y reía mirando á su primo con ojos compasivos, mientras contestaba á sus razonamientos.... ¡Querer luchar con aquellas gentes, en la amplitud de la libertad, cuando llevaban como ventaja varios siglos de dominación, la incultura del país, la servidumbre de la mujer encadenada á ellos por el sentimentalismo de la ignorancia! ¡Cuando contaban con el apoyo del rico, de tradicional estolidez, que, atormentado por el remordimiento, compra con un trozo de su fortuna la seguridad de no ir al infierno!... Mientras aquellos enemigos existieran, serían estériles todos los esfuerzos para reanimar el país.

Por tu corazon de hierro y tu sonrisa de vibora, por tus ardides fatales, por tus miradas enganosas, por tu alma hipocrita, por tus artificios seductores y tu falsa sensibilidad, por el placer que encuentras en el dolor de los otros, por la fraternidad con Cain, vengo a condenarte a que seas tu mismo tu infierno.

No se cansaba de admirar las gruesas y pequeñas puertas, que daban, al parecer, sobre el infierno, y nada para él igualaba la destreza del obrero que soplaba botellas por la extremidad de una caña larga, o moldeaba con hábil ademán el cristal en fusión.

En la primera forma, "el santo terror del infierno" cubrió de iglesias, conventos y ermitas el Asia Menor, el Egipto y la Europa; en la segunda, originó las cruzadas y las órdenes de caballería religiosa, engendró la Inquisición y los Jesuitas; en fin, suscitó las guerras intercristianas, en las que los perseguidos por los mismos demonios, se perseguían a matarse, por su fe en diferentes preservativos, marcando el momento en que la imbecilidad religiosa llega al clímax en el cristianismo: porque éste se ha reducido al mínimum y el diabolismo ha llegado al máximum.

Una república prosáica, tal cual Vd. parece desearla, tendria mucha semejanza con aquella pálida mansion de los héroes de la antigüedad, que el Dante nos describe en su Infierno: imágen debilitada de la vida, en que las sombras vagan sin esperanzas de un bien mejor, llorando la pérdida de una felicidad que nunca conocieron.