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¡Robarte! murmuró, con una perversa expresión de odio desenfrenado en su grosera cara pálida. ¡Robarte! silbó pronunciando un sucio juramento, ¡más que eso voy a hacer! ¡Voy a ponerte donde tu maldita lengua no vuelva a moverse más, y donde no podrás decir la verdad!

Fernando rehusa acceder á lo último por guardar el juramento prestado; entonces pelean ambos, cae Fernando, y Don Fadrique le pone la espada al pecho para que revele el secreto; pero el vencido persiste con firmeza en su propósito, y prefiere morir á quebrantar su promesa. El Marqués le dice entonces: Levantad, ejemplo raro De fortaleza y valor, Alto blasón del honor, De nobleza espejo claro.

¿Qué dicen en mi casa?... ¡Yo mismo no lo !... No he podido entender claramente lo que pensaban mis hermanos, hablando todos al mismo tiempo... Parece que creen que eres un mito... Terriblemente indignado, exclamó Pérez, después de un breve juramento de cuartel: ¡Yo un mito!... ¡Un mito yo!... ¿Y quién se atreve a decirlo, quién?...

Don Víctor, a quien los remordimientos, durante la recaída de su mujer, habían hecho jurar que hasta verla salva, sana, jamás se apartaría de ella, faltó al juramento en cuanto la creyó fuera de peligro.

-No historias -dijo don Quijote-, pero que es bueno ese juramento, en fee de que que es hombre de bien el señor barbero. -Cuando no lo fuera -dijo el cura-, yo le abono y salgo por él, que en este caso no hablará más que un mudo, so pena de pagar lo juzgado y sentenciado. -Y a vuestra merced, ¿quién le fía, señor cura? -dijo don Quijote.

Cuando supo el juramento de su amante, que no le cogió de sorpresa, pues conocía demasiado bien su temperamento, para evitar aquella dolorosa muerte prematura, mandó repetidos emisarios ofreciéndola grandes cantidades de dinero, recoger y educar a su hijo, y mantenerla a ella sin trabajar. La feroz costurera había rechazado con indignación todas las ofertas.

Lo que ustedes hacen ahora nunca lo agradeceré yo bastante. Pero lo principal ya se ha logrado; la libertad del pensamiento vuelve a brillar en el Casino.... Mi aspiración se ha realizado. Ahora, por lo que a toca, señores, debo declarar que no puedo romper un voto solemne, un juramento... y no iré con ustedes, aunque bien quisiera.

Su fama y buen nombre, su posición, su vida, estarán en mis manos! ¡Guárdate de ello! Guardaré tu secreto, como guardo el suyo, dijo Ester. Júralo, replicó el otro. Y ella prestó el juramento.

¡, también yo soy prostituta! respondió con apresuramiento, casi con orgullo, una muchacha no menos bien trajeada. Estaba muy contenta de verse en la sala del tribunal, donde todo le gustaba. Había ya cambiado algunas miradas con el joven abogado. ¿Y usted? ¿Quiere prestar juramento? , con mucho gusto. ¿Ve usted, Karaulova?

Alcanzó por tal medio el galán los favores de la bella, pero harto quizás luego de sus caricias, negóse á cumplir la empeñada palabra, con lo cual la dama, que no tenía testigos del juramento dado, se le ocurrió la original idea de poner por testigo á la imagen.