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Tanto apretaron en otros tiempos curas, frailes e inquisidores, que la máquina de la fe saltó en mil pedazos, y no hay quien arregle este artefacto, que requiere la cooperación de todos.... Y esto fue una fortuna, amigo don Martín.

Si pone el gobernador alguna dificultad, dale cien mil duros; si no basta, dale doscientos mil: tu no has muerto á inquisidor ninguno, y nadie te perseguirá. Yo fletaré otro navío, y te iré á esperar á Venecia; que es pais libre, donde no hay ni Bulgaros, ni Abaros, ni Judíos, ni inquisidores que temer.

Domingo, veinte y cinco reos, cerrando la procesión los Muy Ilustres Señores Inquisidores asistidos de una gravísima comitiva de Reverendísimos Calificadores y Familiares Nobilísimos, que habiendo tomado todos lugar en sus puestos, y comenzada la Misa según costumbre, se pasó a leer las sentencias a los Reos que son los siguientes: REOS RECONCILIADOS EN FORMA CON abjuración formal: en el Auto primero de 7 de Marzo 1691

I como el número de los culpados era grandisimo i por tanto imposible para el castigo; porque cómo se iba á condenar á muerte á la mayor parte de los habitadores de una ciudad, sin llevar tras su despoblacion i otros males?... determinaron los inquisidores con harto dolor de su mucha codicia reducir las penas á multas pecuniarias i no á confiscacion total de bienes.

Cuando fueron á prender los inquisidores á Alcaudete, resistióse á mano armada con ayuda de sus criados, los cuales dieron muerte al alguacil mayor del Santo Oficio que era quien mas pugnaba por abrirse paso; pero al fin fueron puestos en huida.

Fueron los primeros prebendados inquisidores el Dr. Pedro Martin del Barrio, canónigo y vicario del obispo, el bachiller Alvar Gonzalez de Capillas, canónigo, y el bachiller Anton Ruiz de Morales, canónigo y despues chantre; agregándose á estos el P. Fr. Martin Caro, guardian del convento de S. Francisco.

Yo estoi persuadido que con este modo de discurrir acerca del rei Fernando V i de los inquisidores, atraigo sobre el odio de muchas personas que me acusarán neciamente de mal español, tan solo porque no dejo llevar mi pluma en pos de los errores que hasta ahora han manchado la historia de nuestra patria.

De aquí proviene que no atine yo a decidir hasta qué punto en Quitolis y en el que escribe su historia hay en germen un heresiarca: hasta qué punto ha permitido Dios y ha suscitado el diablo un Chanig o un Fox a la sordina en la muy católica ciudad de Almería. Teólogos inquisidores podrán decir sobre esto, si consideran que el caso lo merece.

Los historiadores extranjeros le mostraban la triste suerte de España, estacionada en el período crítico de su desarrollo, cuando salía joven y vigorosa del fecundo período de la Edad Media, por el fanatismo de sacerdotes e inquisidores y la demencia de unos reyes que, faltos de medios, quisieron resucitar la monarquía de los Césares, agotando al país en esta empresa de locos.

I, a instancias del milagroso San Raimundo de Peñafort: así podemos decir que habiendo tenido en España su oriente llegó en ella a lograr de lleno el mediodía de su autoridad, y su gloria, desde que a ruegos de los Serenísimos Reyes Católicos Don Fernando y Doña Isabel, El Sumo Pontífice Sixto IV el año 1483, unió en una cabeza suprema toda la autoridad, que estaba repartida en los Inquisidores particulares de estos Reinos: Formando de todos una como monarquía espiritual de la Fe, en un tribunal tan supremo, que es solo inferior al que de todo el Orbe Cristiano es soberana cabeza.