United States or Bermuda ? Vote for the TOP Country of the Week !


El triple delincuente, volviéndose de mil colores é indignado por las palabras de Pimentó, no pudo contenerse: ¡Mentira y recontramentira! El tribunal se indignó ante la energía y la falta de respeto con que protestaba aquel hombre. Si no guardaba silencio, se le impondría una multa. Pero ¡gran cosa eran las multas para su reconcentrada cólera de hombre pacífico!

Constituía su más dulce entretenimiento, su consuelo y el olvido de todas sus penas. No volvió a la sala de baile ni a los ensayos; daba lugar a que le impusieran multas por permanecer en su casa trabajando; y sus compañeras decían: Judit se dedica por completo al amor; ya no se la ve; pierde su carrera... hace muy mal.

Al día siguiente los examinaba el Vara de plata, y si encontraba un descuido, imponía multa. Una invención del demonio para no dejarnos dormir camarada. Cuando más, podremos descabezar un sueño. Es preciso ayudarnos. Mientras uno duerme un rato, el otro se encargará de apuntar en esas malditas máquinas. Nada de descuidos, ¿eh, novato? La paga es corta, el hambre mucha, y no estamos para multas.

Aquellas gentes eran peores que judíos. ¡Señor! ¡Señor! ¿Podía ocurrir tal crimen en tierra de cristianos?... Ya no les bastaba á los de la huerta con que los hombres molestasen á su pobre Batiste, calumniándolo ante el tribunal para que le impusieran multas injustas.

Callad, dueña Bermúdez dijo el alguacil ; aquí hay algo de mayor cuantía que vuestros chismes dueñescos; aquí hay prácticas, aquí nóminas; luego debe haber multas. Utique replicó el notario. Pues mirad ahí, por mismo prosiguió el honrado alguacil , la pierna de palo del soldado Cigarral, curado de golpe y por persona que no tiene ni puede tener título para ello. ¿Qué es esto, señor?

Al trote largo atravesaron las calles de Azpeitia sin hacer caso de los bandos del alcalde y las multas impuestas; y con riesgo de atropellar a cada paso a los pobres alpargateros que trabajaban en los umbrales de las tiendas y a los chiquillos que por todas partes pululaban, entraron al fin en el trozo de carretera que lleva en línea recta al prado de Loyola... En el fondo, sombreado por la alta cumbre del Izarraiz, destacábase la majestuosa mole del Real Colegio y Santuario trazados por Fontana, rico joyel construido por una reina para engarzar la casa de un santo.

Sin abandonar su asiento, los jueces juntaban sus cabezas como cabras juguetonas, cuchicheaban sordamente algunos segundos, y el más viejo, con voz reposada y solemne, pronunciaba la sentencia, marcando las multas en libras y sueldos, como si la moneda no hubiese sufrido ninguna transformación y aún fuese á pasar por el centro de la plaza el majestuoso Justicia, gobernador popular de la Valencia antigua, con su gramalla roja y su escolta de ballesteros de la Pluma.

Mas no quedó aquí ni con mucho el asunto, pues sabiendo Amesqueta que aún era grande en Sevilla el número de esclavos ocultos por sus amos, comenzó á echar á éstos fuertes multas para que los denunciasen, como ocurrió á una mujer de Pilas, á quien por habérsele huido una esclava le hicieron pagar 300 ducados, y al Veinticuatro Torres que tuvo que aflojar 400 y verse envuelto en un proceso.

Su legislación penal consiste en los castigos corporales y las multas, si bien, dadas las costumbres del país, la justicia se la toma por su mano cada ofendido; así, por ejemplo, el que sorprende en delito de adulterio á su mujer, es árbitro de cortarla una oreja y raparla la cabeza, degradándola á ser esclava de sus concubinas; al seductor cogido infraganti puede quitarle la vida; pero en cambio si éste se pone bajo el amparo del mandarín, paga su delito sólo con la cantidad de ocho pesos, precio bien miserable que sin embargo no le exime de purgar su falta ante el ofendido, pues siendo por principio sagrada entre ellos la venganza, y considerado cobarde el que no lava en sangre sus afrentas, queda aquél á merced de éste, que en la primera ocasión se le presenta cris en mano para cobrar su deuda.

Era el juego de los antiguos carabineros de deslizar debajo de las casas tabacos y hojas de contrabando, simular despues una requisa ¡y obligar al infeliz propietario á sobornos ó multas! ¡Solo que el arte se perfeccionaba y, desestancado el tabaco, se recurría ahora á las armas prohibidas!