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Estas últimas palabras las acompañó el ayudante con un gesto expresivo, traspasando el aire con los dedos de punta, lo mismo que si los estuviese introduciendo por un cuerpo humano. Don Rosendo hizo un gesto de repugnancia, y guardó prolongado silencio. Al cabo, manifestó sordamente: Lo que sentiré es que estas malditas agujetas no me permitan tirarme a fondo. ¡Ca, hombre, ca!

Ninguna. ¿Qué honradez era aquella que apetecía, no sabiendo trabajar, no queriendo volver con su marido y no teniendo malditas ganas de irse a un yermo a comer raíces?

Malditas... De lo que tengo gana, tío, voy a decírselo en confianza... es de ver a mi novia. Don Melchor quedó asombrado. ¿De veras? Lo que usted oye. Reflexionó un momento el señor de las Cuevas, y al cabo dijo: Bien; si quieres puedes ir al teatro a saludarla... Mientras tanto, yo voy a ver cómo se enmienda Domingo. ¿De qué se ha de enmendar? Es una persona excelente repuso el joven sonriendo.

Pero el gritar le fatigaba y dos o tres veces las olas le taparon la boca. ¡Malditas!... Desde la barca parecían insignificantes, pero en medio del mar, hundido hasta el cuello y obligado a un continuo manoteo para sostenerse, le asfixiaban, le golpeaban con su sorda ondulación, abrían ante él hondas y movibles zanjas, cerrándolas en seguida como para tragarle.

¡Dorotea! ¡Dorotea! dijo una voz cerca de ellos. ¡Otra vez á la escena! exclamó la joven ; ¡oh, malditas sean las comedias y mi suerte!... Esperadme, no os vayáis. Y desasiéndose del brazo de Juan Montiño, atravesó rápidamente el espacio comprendido entre los telones, y salió á la escena. Poco después se oyeron fuera estrepitosos aplausos.

¡Oh! ¡qué delirio! ¡qué sueño! exclamó después de algún tiempo . ¡Que no despierte yo nunca, amor mío! porque si no me amases... me vengaría... y mi venganza... ¡oh! no hablemos de esto... ¡las dos! ¡ya es tarde, Dios mío! ¡y el coliseo!... ¡malditas sean las comedias! ¡pero es preciso! ¡vamos, acompáñame!

A su lado, míster Robert, inmóvil como él, contemplaba la pizarra con ira mal reprimida... Un corredor, ciego de furor, dió un palo sobre el encerado, y como si esto hubiera sido la chispa del incendio, míster Robert se abalanzó a la pizarra, de un salto prodigioso, y quiso arrancarla; quiso y no pudo, y entonces, con enérgico ademán, borró las cifras malditas.

Ese guardacostas se aproxima y nosotros deberíamos estar ya a la vista de Tarifa, si el infierno no te hubiera sugerido el loco pensamiento de ir a esa maldita corrida de toros y dejarme solo, a , que no entiendo nada de vuestras malditas maniobras. Y si te hubieran preso, ¡ahora que tu cabeza está a precio! No les temo. No se trata de ti, por Cristo, sino más bien de .

El proyectil, pasando por entre los telares, rebotó sobre un poste, cayendo casi a los pies del tío. ¡Se escapó...! ¡Figúrate lo que harán esas malditas cuando estén solas! Se comen más palomas y gallinas que yo, rompen los huevos, y resulta que hago gastos para mantenerlas regaladamente. El día menos pensado mato todos los animalitos, y se acabó la diversión.

El abono que tomaron en el Real a un turno de palco principal fue idea de D. Baldomero quien no tenía malditas ganas de oír óperas, pero quería que Barbarita fuera a ellas para que le contase, al acostarse o después de acostados, todo lo que había visto en el Regio coliseo. Resultó que a Barbarita no la llamaba mucho el Real; mas aceptó con gozo para que fuera Jacinta.