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Por el alma del párroco cruzaron pensamientos de muerte y exterminio. Tuvo fuerzas, no obstante, para contenerse. La misa continuó. El presbítero novel elevó la sagrada Hostia con manos temblorosas, en medio de un murmullo de fervor y adoración.

La solicitud de esta última no se refería exclusivamente a la salud del señor Aubry; existía otro asunto que picaba su curiosidad. Un día, no pudiendo contenerse más, Diana preguntó: ¿Qué se hace tu Huberto? No se le ve ya por aquí. María Teresa, confusa, se limitó a responder evasivamente: Probablemente viene a otras horas que , lo cual explica que no lo encuentres.

Tal vez la cacen, y algún tuno se ría de apoderándose de mi dinero. Y excitado por sus negros pensamientos, soltó una interjección castiza y obscena, recuerdo de sus tiempos de soldado. En presencia de la jardinera, no tenía por qué contenerse. La vieja estaba acostumbrada a los desahogos de su carácter.

¡Habló usted de un modo! Hablé con el alma... Yo estaba siendo una ingrata sin saberlo.... Pero al fin... vida nueva; ¿no es verdad, hija mía? , , padre mío, vida nueva.... Callaron y se miraron. Don Fermín, sin pensar en contenerse, cogió una mano de la Regenta que estaba apoyada en un almohadón de crochet, y la oprimió entre las suyas sacudiéndola.

Juan Claudio iba, pues, a tener noticias del novio de Luisa; pero en el momento de hablar comenzó a latir su corazón con violencia. ¡Y si Gaspar hubiese muerto! ¡Y si hubiera perecido como tantos otros! El buen almadreñero quedose como ahogado y se calló. «Más vale pensó luego no saber nadaSin embargo, al cabo de algunos instantes, no pudo contenerse.

Por aquel y otros tales estaba él en la guerra, lejos de su novia. Se acordó del pobre telegrafista, no pudo contenerse y, afirmando bien los pies en tierra, se echó el remingthon a la cara e hizo fuego: sonó el tiro, y el cabecilla cayó, doblándose por las rodillas. Convencerse de quién era, sentir la tentación y disparar, todo fue uno.

¡Amén! exclamó la lugareña sin poder contenerse; mientras Obdulia felicitaba a Bermúdez con un apretón de manos, en la sombra. El coro había terminado: los venerables canónigos dejaban cumplido por aquel día su deber de alabar al Señor entre bostezo y bostezo.

El viejo dejaba hablar á los hijos, que sabían expresarse con más energía; la viuda acudía acompañada de algún amigo del difunto, decidido protector que llevaba la voz por ella. Asomaba la oreja el ardor meridional en todos los juicios. En mitad de la denuncia del guarda, el querellado no podía contenerse. «¡Mentira! Lo que decían contra él era falso y malo. ¡Querían perderle

¡No puedo, madre, no puedo; perdóneme! replico aquélla haciendo esfuerzos por contenerse, sin resultado alguno. Déjela usted reír. La verdad es que la cosa tiene más de cómica que de seria dije yo afectando buen humor, pero irritado en el fondo. Estas palabras, en vez de alentar a la hermana, sosegaron un poco sus ímpetus y no tardó en calmarse.

Le arrojarían del local para siempre; no podría ver más á su soldado. El miedo la hizo contenerse, y su emoción ruidosa se deshizo en lágrimas. Para desahogar su pecho, hablaba en voz muy queda, una voz que sonaba hacia dentro del cuerpo, mientras sus ojos lacrimosos seguían contemplando con devoción todo lo que pasaba por el lienzo.