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Feli no pudo contenerse por más tiempo, y su carcajada infantil rodó en el silencio como una campanilla de plata. Así transcurrió la noche. Los amantes ya no reían; callaban, como si durmiesen. En su habitación gemía la cama con ligeros temblores, cual si anduviesen ratas por debajo de ella. Al otro lado del tabique hablaba en sueños el señor Vicente, estremecido por el horror de sus visiones.

Hacia las tres de la tarde, los caminantes oyeron las primeras voces de los centinelas de la partida: ¿Quién vive? ¡Francia! respondió Materne adelantándose. Todos salieron al encuentro de los recién llegados, gritando: «¡Viva MaterneEl mismo Hullin, lleno de tanta curiosidad como los demás, no pudo contenerse y acudió, acompañado del doctor Lorquin.

Al cabo, no pudiendo ya contenerse, interrumpió a su madre: Mamá, ya es hora de que nos vayamos. Estamos molestando al señor doctor. En seguida, hijo mío. Dos palabras más, y nos vamos. Y comenzó de nuevo a hablar, a justificarse y a pretender demostrar algo, sin conseguirlo.

Satisfecha su justicia, D. Miguel se volvió al sitio que ocupaba antes. Cuando el desdichado músico vino a preguntarle por qué había hecho aquello, respondió que él no quería gorrones en la iglesia y que hiciese el favor de marcharse con su armatoste más lejos, porque no daba palabra de contenerse.

Un día recibió la visita de un cura viejo y de aspecto tímido; el mismo que ahora iba sentado junto a él en el coche. Era el confesor de su mujer. ¡Bien había sabido escogerlo! Un señor bondadoso, de cortos alcances. Cuando dijo quién le enviaba, Luis no pudo contenerse: «¡Valiente tal!», y soltó redondo el insulto.

Yo la he visto en casa de este, con su gran mandil blanco, su falda bajera ceñida al cuerpo, la pantorrilla un poco al aire y los brazos un todo al fresco... colorada, excitadota.... El flamenco tragó saliva. Es la mujer X dijo sin poder contenerse . ¿Y él? añadió. ¿Quién? El sabihondo ese... ¡Ah! ¿don Saturnino? Pues tampoco fue a casa.

Los dos jóvenes siguieron á la duquesa. Esta llevaba asida de la mano á doña Clara. Cuando estuvieron solos, en un reducido y bellísimo gabinete, la duquesa no pudo contenerse; se arrojó entre los brazos de don Juan, le besó, lloró, rió y por último cayó desvanecida sobre el estrado. ¡Agua! ¡agua! ¡Clara mía! exclamó don Juan ¡mi pobre madre!...

Tuvo que contenerse para no gritar, y salió del templo. Su cuñada no tenía derecho á arrodillarse entre aquellas gentes. Debían expulsarla murmuró indignado . Coloca á Dios en un compromiso con sus oraciones absurdas.

Si os hablo sin desfigurar la voz, soy perdido. ¿No cederéis? No. ¡Que os castigue Dios! Bastante castigado estoy, señora. ¡Oh! ¡qué situación tan horrible la mía! exclamó la duquesa. Horrible, , muy horrible exclamó el duque ; horrible para los dos. Porque... porque vos habéis sido un infame dijo la duquesa, que no pudo contenerse más, llorando. Culpad á Dios, que os ha hecho tan hermosa.

Miguel Rivera, que paseaba con Mario, había mirado dos o tres veces con inquietud hacia allá. Al fin, no pudiendo contenerse, exclamó: Mira, chico, haz el favor de llamar a tu mujer, porque ese bandido de Romadonga debe de estar diciéndole alguna desvergüenza. Mario se apresuró a cumplir el encargo, con gran satisfacción de la pobre Carlota, que estaba en brasas.