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A instancia de la presidencia relató de nuevo la escena en que el P. Gil arrojó de casa a su penitenta. A las pocas palabras ésta dio señales de agitación y se puso horriblemente pálida. ¡Falso, falso! gritó sin poder contenerse.

Don Juan, mudo y absorto, permanecía en pie; Cristeta separó a un lado las ropas e hizo a su amante seña de que se sentara junto a ella en el sofá. Obedeció él, y en seguida, mirándolo todo con extrema curiosidad, sin poder ni querer contenerse, dijo: Esto es imposible, no puede ser. ¿Vives aquí? Cristeta, con grandísima calma, pero algo alterada la voz por la emoción, repuso: Esta es mi casa.

No qué será de .... Antes que depender de mi yerno, prefiero pedir limosna. Pedir limosna, no. Te traeré a casa para acompañarme en lugar de Pascuala dijo con desdén la dama, en quien la soberbia aún no se había apaciguado. Pepa sintió más este flechazo que el anterior, pero logró contenerse también.

Quien ahora tragaba saliva era el Presidente del Casino, colorado como una amapola. Ya tenía él en sus ojos, casi siempre apagados, las chispas que saltaban de los de Visita. Pero te ha de costar mucho trabajo.... Puede que no tanto dijo Mesía, sin contenerse. Ella tragar... ya tragó el anzuelo. ¿Crees ? , estoy segura.

En seguida, viendo desde el pasillo que Leocadia estaba en la cocina, gritó: ¡Mira, Leo, hazme a también chocolate, que vengo desfallecida! Pepe se apartó para dejarla pasar, y sin poder ni querer contenerse, exclamó con ira: ¡Maldito sea el fanatismo, que engendra tales cosas!

¿Y lo dudas? ¿No te lo aseguré el día en que saliste de Luzmela? ¿No sabes que el padrino me lo dejó encargado?... Aquella evocación alteró la expresión resignada de la niña. Se ensombreció su rostro peregrino y estuvo a punto de romper a llorar. Logró contenerse con un gran esfuerzo, y entregó su mano temblorosa al joven para protestarle. Gracias, gracias....

Al otro día, después de preguntarle cómo seguía, Laura observó que la ropa de la cama se había caído un poco, y sin poder contenerse se acercó al enfermo. ¡Ave María Purísima, cómo has puesto la ropa! exclamó mientras la arreglaba con solicitud maternal. Si no te movieses tanto, criatura, no te sucedería esto. No tienes toda la culpa, sino esas torpes de criadas que no saben hacer una cama.

Tirso, a pesar de su carácter impetuoso, sabía contenerse mejor; a Pepe le temblaba la voz en la garganta; aquél, tranquilamente sentado ante la mesa, jugaba con las cuentas del rosario; Pepe sentía afluir a los labios todos los temores que abrigaba su alma. La lámpara, a cada instante menos luminosa, iba quedando vencida por las sombras.

El padre de Magdalena, que con los ojos fijos en su hija observaba con inquietud reciente el extraño brillo de sus ojos y los nerviosos estremecimientos que de vez en cuando agitaban su cuerpo, no pudo contenerse por más tiempo y acercándose a ella dijole con triste acento, mientras estrechaba cariñosamente una de sus manos: ¿Quieres algo, Magdalena?

Pepita no pudo contenerse. El porvenir de felicidad con que había soñado se desvanecía como una sombra. Su resolución inquebrantable de vencer a toda costa a aquel hombre, único que había amado en la vida, único que se sentía capaz de amar, era una resolución inútil. D. Luis se iba. La juventud, la gracia, la belleza, el amor de Pepita no valían para nada.