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Cuando se cansaba de hablar, entonaba alguna canción picaresca con ribetes de obscena, que hacía reír no poco al joven cortesano. La alegría es contagiosa, como la tristeza. La de Celesto consiguió pegársele y llegó pronto a hacerle el dúo, poniendo en inusitado ejercicio las fuerzas de sus desmayados pulmones.

Cuando volvió, al cabo de una hora, no contó dónde estuvo ni lo que hizo, limitándose a hablar del bullicio y la animación de la corte. Luego dijo: Mucho he andado por esas calles; y ¡cuanta estampa fea y obscena hay en algunas tiendas! Pero, aunque llevaba hábitos, nadie se ha metido conmigo. ¿Pues qué? repuso Pepe ¿creías que te iban a comer?

Mandole también en otra ocasión que cuando soltase alguna palabra obscena, besase inmediatamente la tierra: esta la cumplió, con no poca risa y algazara de los compañeros, pues cuando se hallaba más embebecido en el juego y se le escapaba cualquier palabra de aquéllas, se bajaba rápidamente a dar un beso en el suelo; mas él no se ruborizaba y llegó a tomarlo a risa como ellos.

Tal vez la cacen, y algún tuno se ría de apoderándose de mi dinero. Y excitado por sus negros pensamientos, soltó una interjección castiza y obscena, recuerdo de sus tiempos de soldado. En presencia de la jardinera, no tenía por qué contenerse. La vieja estaba acostumbrada a los desahogos de su carácter.

Mientras tanto, la llegada de Currita había producido un murmullo general y unísono en que se hermanaba la obscena chocarrería que con un guiño truhanesco cambiaron entre los lacayos del vestíbulo, con las pulcras y aceradas observaciones que se comunicaban al oído las damas más relamidas que llenaban los salones.

Y cuando calló la música y cesaron las ondulaciones, quedando inmóvil el «paso», resonó una aclamación atronadora, impía y obscena, proferida con la ingenuidad del entusiasmo. Daban vivas a la Santísima Macarena, la santa, la única, la que se hacía esto y aquello con todas las Vírgenes conocidas y por conocer.

Volvióse Jacobo colérico, soltando impaciente una sucia palabrota, con esa obscena grosería que se oculta con frecuencia bajo las pulidas formas sociales de ciertos hombres y brota espontáneamente en cuanto la excita la ira o la impulsa una confianza sin decoro.

Los cocheros y lacayos, desde lo alto de los pescantes, dejan caer miradas olímpicas sobre las carrozas, y murmuran de vez en cuando alguna frase insolente y obscena a propósito de las damas que pasan cerca; o examinan fijamente las libreas de sus compañeros, proponiéndose exigir otras iguales de sus amos. Los caballos, aburridos, se contemplan sin cesar, y guardan silencio como sus señores.

¡Hombre, muy hermoso!... No sabía yo que en Constantinopla hubiese un templo semejante. ¡Qué columnas tan preciosas! ¡qué columnas!... Vea V., D. Facundo, vea V. dijo Romillo quitándoselo al coronel y poniéndoselo delante al boticario. Al mismo tiempo apretó un resorte que el aparato tenía, y trocó la vista del templo por la de una figura obscena.