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¿Y quién no abriga fuego sacrosanto Y vuela con ardor á la batalla? ¿A quién detiene ni el amor, ni el llanto, Ni el silbo de la bala y la metralla? ¿Quién por la patria perecer no jura De Varela en la yerta sepultura?

Con la nariz dilatada, los brazos extendidos, diríase que la aparición de las brigadas de caballería y fuerzas de la Guardia Civil que desembocan, unas por el camino real, otras por San Hilario, redobla su guerrero ardor, acrecienta su cólera. «No nos comerán, grita.... Vamos a tirarles piedras, a lo menos tengamos ese gusto...». Nadie quiere tenerlo.

Me estreché contra él a hurtadillas, diciéndome con ardor: ¡Oh, cómo quisiera cuidarte y velar sobre ti; cómo quisiera hacer desaparecer con mis besos las arrugas de tu frente y las penas de tu alma! ¡Cómo lucharía por ti con toda la fuerza de mi juventud, sin descansar nunca hasta no haber vuelto la alegría a tus ojos y el sol a tu corazón! Pero para eso... Mis miradas se volvieron hacia Marta.

Como en Agosto Valencia entera desfallece de calor, los trabajadores del horno se asfixiaban junto a aquella boca, que exhalaba el ardor de un incendio.

Pasó una noche muy agitada y por la mañana se encerró en su estudio y, de memoria, hizo un boceto de Herminia sobre el terraplén. Trabajó durante cuatro horas con ardor y cuando el criado vino á anunciarle que el almuerzo estaba servido, el cuadro se destacaba de un modo encantador. La cabeza solamente permanecía borrosa.

Fausto, con todo el ardor y el ímpetu de su renovada juventud se apasiona de la sencilla y linda muchacha, y quiere lograrla pronto, sin que le arredren obstáculos ni reflexione en malas consecuencias.

"Agitados de un conjunto de ideas, que os han sugerido vuestra lealtad y patriotismo, habeis esperado con ansia el momento de combinarlas, para evitar toda division: y vuestros Representantes, que velan constantemente sobre vuestra prosperidad, y que desean con el mayor ardor conservar el órden y la integridad de estos dominios, bajo la dominacion del Sr. D. Fernando VII, han obtenido del Exmo.

Simoun se había levantado y su semblante estaba radiante: el ardor que le animaba cuando, cuatro meses antes, esplicaba á Basilio sus proyectos en el bosque de sus antepasados, reaparecía en su fisonomía como un rojo crepúsculo despues de un nublado día.

Doña María, desde su trono, me interpeló pomposísimamente de esta manera: Pero, Sr. D. Gabriel, que oigamos todos esas maravillas que está usted contando con tanta vehemencia, con tanto ardor.

Soñó con amistades heroicas, fue todo franqueza y ardor, ofreciendo, sin ambages, en rebosante copa, la lealtad de su pecho; pero no tardó en advertir que sigiloso encono crispaba todos los labios en su presencia y que su mano calurosa no estrechaba sino dedos laxos y fríos.