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Oyó el cielo los fervorosos ruegos de su siervo, pues luego que fué el niño bautizado, quedó sano de su enfermedad. Lo mismo sucedió á una muchacha, ya casadera, á quien por estar toda helada y yerta, la lloraban sus parientes por muerta; mas luego que fué bautizada, por las grandes instancias con que lo había pedido, como si volviese de un profundo sueño, volvió en y á la vida.

Clara se quedó yerta de miedo. "Cla ... Cla ... Cla ... rita exclamó la madre Angustias ciega de furor. ¡Niña mal ... mal criada! ¡Qué desaca ... ca ... cato es éste? Esta noche al ca ... ca ... caramanchón." Clara fué condenada aquella noche á dormir en el caramanchón, última pena que sólo se aplicaba muy de tarde en tarde á los más negros y raros delitos.

Un instante se vieron solos Juanito y su mujer, y pudieron decirse cuatro palabras. Jacinta quiso hacerle una pregunta que tenía preparada; pero él se anticipó dejándola yerta con esta cruelísima frase, dicha en tono cariñoso: «Nena, ven acá, ¿con que hijitos tenemos?».

Isidora se quedó yerta; pero como el mostrar enfado por aquel ultraje habría sido ocasión de que entrara más en malicia el chico, harto malicioso ya, fingió tomar a broma el caso, aunque le destrozaba el alma, y se echó a reír. Pero su fingimiento de buen humor fue de todo punto imposible cuando Mariano, con aquel descaro que determinaba el tránsito brusco del candor al cinismo, le dijo: «Ya, ya.

¿Y quién no abriga fuego sacrosanto Y vuela con ardor á la batalla? ¿A quién detiene ni el amor, ni el llanto, Ni el silbo de la bala y la metralla? ¿Quién por la patria perecer no jura De Varela en la yerta sepultura?

Durante medio minuto su boca, sus manos, estuvieron bajo mi boca, mis ojos, y durante ese tiempo ella concentró en su palidez la sensación de esa dicha muerta hacia diez años. ¡Y Tristán siempre, sus alaridos de pasión sobrehumana, sobre nuestra felicidad yerta!

Me dijo que sólo había ideado aquel viaje con el objeto de marcharse conmigo, que podríamos ir al extranjero y vivir como marido y mujer... una serie de cosas escandalosas que me dejaron yerta. Tuve fuerzas, sin embargo, para responderle. Lo hice con tal energía, porque estaba como loca, que le asusté. Le amenacé con gritar si no se marchaba inmediatamente... Obedeció.

Sobre sus brazos, como una paloma blanca yerta de frío, trasladó al pobre Pascualet á la caja, á aquel altar levantado en medio de la barraca, ante el cual iba á pasar toda la huerta atraída por la curiosidad. Aún no estaba todo; faltaba lo mejor: la guirnalda, un bonete de flores blancas con colgantes que pendían sobre las orejas; un adorno de salvaje, igual á los de los indios de teatro.

Iba tan preocupado con el cuento que le repetía diariamente Lita de su hada madrina, pensando si se le habría realmente aparecido durante la noche, que no se fijaba donde ponía el pie... Al ir a meter la llave en la cerradura de la puerta, pisó una cosa blanda... se agachó a ver lo que era, y lanzó un berrido estridente... ¡Ahí estaba Lita, en su camisita de dormir, que mostraba horriblemente la miseria de su deformidad! ¡Ahí estaba Lita, yerta, blanca, verdosa, helada!

Mariana no había parecido por allí; entonces volvió a su domicilio y pasó la noche paseándose en el gabinete de su esposa desde las doce hasta las siete de la mañana, a cuya hora tuvo el gusto de verla entrar pálida y yerta de frío, envuelta en un abrigo de pieles. ¿De dónde venís? le preguntó con voz ahogada. Vengo de pasear mi libertad como vos paseáis la vuestra.