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Causaba cierta sorpresa ver a Maldonado tutear a un hombre ya entrado en años y de venerable aspecto. Todos los mozalbetes del Club de los Salvajes hacían lo mismo, sin que Pinedo se diese por ofendido. Ahí tienes a Mariana siguió éste que acaba de hablar perrerías de ti, y con razón. ¿Pues? No haga usted caso, Ramoncito exclamó la señora de Calderón asustada. Y Pepa también.

Esto dijo Butrón con arrogante tono, y acentuando mucho la palabra causa, paseó después una larga mirada por la concurrencia, como quien dice: «¿Habéis entendido?», y entróse por los grupos, dejando caer palabras huecas que la curiosidad y la necedad rellenaron de grandes cosas. El negocio es grave decía . ¡Currita, admirable! ¡Una heroína!... ¡Mariana Pineda!...

Aún no se habían perdido de vista, cuando Fabrice, que durante el sorprendido curioso diálogo cambiara con Pierrepont frecuentes y edificantes miradas, le preguntó a éste con la calma que le era habitual. ¿Quién es esta expeditiva señora, esta preciosa Mariana? Mi buen Fabrice dijóle el marqués , no es una señora, es una señorita. ¡Diablo! replicó vivamente el pintor . ¿Y la otra... Eva?

El fresco rostro de miss Nicholson tomó los colores de una rosa de Bengala cuando advirtió que Pierrepont se encontraba allí, pero, desdichadamente, al marqués no se le antojó prolongar su visita, por cuya razón se puso en retirada, no sin haber antes dado la mano a Mariana, que le dijo: Creo que no será la última vez... ¡espero que cumplirá usted su palabra!

La mujer que la asistió durante su agonía, me ha repetido después, una por una, todas aquellas palabras que pronunció continuamente: «Esposo mío... Hijos míos... Alfonso, Mariana, Cecilia, Eugenia, Sofía, Dios os bendiga. ¿Por qué no venís aquí para bendeciros yo también? ¡Alfonso!

¡Qué par de bebés, eh! exclamó Pepa en voz alta dirigiéndose a Mariana . ¿No es vergüenza que esos mocosos estén casados? ¡Cuánto mejor sería que estuviesen jugando al trompo! Los chicos sonrieron mirándose con amor. Ya jugarán ... en los momentos de ocio manifestó Cobo Ramírez con retintín. ¡Hombre, ca! exclamó Pepa, volviéndose furiosa hacia él . ¿Le han dado a usted cuenta ellos de sus juegos?

Ni Federico ni nadie.... ¡Déjame en paz!... mira, aquí está el padre Ortega; levántate. #Más personajes.# Un clérigo alto, de rostro pálido y redondo, joven aún, con ojos azules y mirada vaga de miope, apareció en la puerta. Todos se levantaron. La marquesa de Alcudia avanzó rápidamente y fué a besarle la mano. Detrás de ella hicieron lo mismo sus hijas, Mariana y las demás señoras de la tertulia.

Con razón insiste D. José Amador de los Ríos, notable crítico que ha publicado las obras del marqués de Santillana, en el carácter dramático del Diálogo de vías contra la fortuna de este poeta, y en el arte singular, que recuerda á los grandes dramáticos del siglo XVII, con que maneja en algunos pasajes el diálogo. Crónica del rey D. Juan II, pág. 261. Mariana, Historia general de España, lib.

En un principio explotaron el orgullo y privilegios de raza; más tarde, excitaron la maternidad; después, echaron mano del desenfrenado sensualismo, y por último, y en los años que nos ocupa, aprovecharon como arma de excisión el hecho primero en aquellas islas, de casarse una mariana con un español.

Real viaje de la Reina N. S. Doña Mariana de Austria desde la corte y ciudad imperial de Viena hasta éstos sus reinos de España. Madrid, 1649. El Governador y Consilleres de la ciudad besaron á S. M. la mano, como también algunos caballeros de puesto en aquella plaza.