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¿Qué significa eso de tutear a su madre, señor renacuajo? dijo el general . No se dice así; se dice: «Madre, ¿quiere usted hacerme el favor de darme un bizcochoEl niño se echó a llorar, al oír la voz áspera de su tío. La madre le dio un bizcocho a hurtadillas y sin que el general lo viese. Es tan chico observó la marquesa que todavía no sabe distinguir entre el y el usted.

Por la mañana se permitía tutear sin pudor a la parda o china criolla que volvía del mercado y entraba en su tienda. Si la cliente era hija del país, la trataba llanamente de hija; hija por arriba e hija por abajo.

Sin embargo, cuando se encontraron por primera vez en la tertulia de las de Meré, la hermosa le soltó un tu redondo y suprimió el título. Luis aquí, Luis allá: parecía que iba a comerle el nombre. A éste le sorprendió un poco la confianza, sin desagradarle. A nadie le duele oírse tutear por una linda damisela.

Yo no soy un snob, dijo vivamente y en tono de protesta Marenval. Solamente, me gusta la distinción en todo. Toda mi vida ha transcurrido en el trato de gente nauseabunda y ya estoy harto. ¡No quiero ya ver más que personas correctas! ¡Te dejarías azotar por tutear á un duque! Tienes razón, Marenval; debemos fijar siempre nuestra vista en las alturas. ¡Y buscar á los que nos desprecian!

Doña Beatriz y la Condesa de San Teódulo hablaron largo rato entre y en voz baja, recordando su amistad antigua. A los pocos minutos la Condesa había exigido de doña Beatriz que se volviesen a apear el tratamiento, que se volviesen a tutear como ella recordaba que allá en el pueblo se habían tuteado. ¿Por qué negarse a tamaña amabilidad? Las dos amigas se tutearon en efecto.

En el sistema amatorio de Bozmediano estaba el tutear á las muchachas á la tercera entrevista. Yo no quiero que usted me proteja. Si estoy muy bien aquí afirmó Clara con angustia. ¿Bien aquí? dijo el militar, cerrando los puños. ¿Bien aquí? Como que voy á ahorcar á esas tres arpías que te están martirizando.

Este viejo apodado «Caracol» otro amigo antiguo de Ferragut era el cocinero de á bordo, y aunque no se atrevía á tutear al capitán, como en otros tiempos, la expresión de su voz daba á entender que mentalmente seguía usando de esta familiaridad.

Cuando oyó su voz en la cocina, le dio un vuelco el corazón, se puso a temblar como un azogado y se le borraron por completo las palabras que tenía preparadas. ¿Cómo está usted, conde? dijo ella con gran naturalidad al entrar, tendiéndole una mano. Bien, ¿y ? Levantó la cabeza como sorprendida de oírse tutear y respondió mirándole fijamente: Perfectamente. ¿Y la niña? Algo mejor.

El P. Camorra estaba en su quinto cielo viendo tantas muchachas bonitas; se paraba, volvía la cabeza, le daba un empujon á Ben Zayb, castañeteaba con la lengua, juraba y decía: ¿Y esa, y esa, chupa-tintas? y de aquella, ¿qué me dices? En su contento se ponía á tutear á su amigo y adversario.

¿Y cómo lo sabes? repuso él saboreando la delicia de tutear a una mujer que no era legalmente suya, e indignado al mismo tiempo ante la idea de haber servido de hazmerreír a Mariquilla. ¡Vaya si lo ! ¡Qué borricotes sois los hombres!