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A veces el más hábil auriga, al ir a alcanzar la palma salvando la meta, suele tocar en ella y dar lastimoso y mortífero vuelco. De repente vieron Morsamor y los de su nave un gravísimo peligro que venía sobre ellos, de que ya no podían esquivarse con la fuga y que era menester arrostrar con heroica y casi sobrehumana valentía. Una enorme galera se aproximaba dándoles caza.

Aquel nombre había hecho dar un vuelco a mi corazón; era la patria del famoso Don Quijote de la Mancha; y aunque yo en mi calidad de poeta lírico he despreciado siempre a los novelistas por falta de ideal, todavía el nombre de Cervantes fascinaba mi espíritu por la gran fama de que goza en todo el universo.

Al ver a su tío delante, le dio un vuelco el corazón, se puso pálida, como a la vista de un grave peligro. Mediaron pocas palabras. Don Jaime se quejó de un fuerte dolor de estómago y Rosa se dispuso a hacerle una taza de . Pero antes de que hubiese terminado, el americano la abrazó de improviso.

¡Julia!... Le dio un vuelco el corazón. Había hallado lo que buscaba: aquella cabeza semejaba extraordinariamente a la de su hermana, no sólo juzgando por el recuerdo de la infancia, sino por el retrato que de ella poseía, regalo de su padre.

Se le figuró percibir desde la escalera que hablaba del periódico y que lo calificaba de «solemne payasada». El corazón le dió un vuelco y entró en la sala agitado y triste. Al verle Maza, que gesticulaba en medio de un grupo, se calló, púsose el sombrero con ademán hosco y fué a sentarse en el diván.

El suelo todo es podredumbre; el espacio todo luz: y he aquí que, de repente, la figura de Cristeta vestida de hilos de agua y rayos de luna entretejidos, cruza el éter impasible y angélica, dejando tras una estela de polvo luminoso. El alma de don Juan da un vuelco hacia ella, la alcanza, la detiene, y al tocarla queda convertida en estatua.

Sánchez era muy dado a pasear por ellos con zapatillas, le daba un vuelco en el corazón y le saludaba con una turbación que, lejos de disminuir, aumentaba cada día. He aquí el hombre se decía al apartarse de él en cuyas manos se encuentra mi felicidad o mi desgracia.

Al verla hoy dirigirse á tan cariñosa y risueña, me dió un vuelco el corazón; se me cortó la voz: seguramente me puse pálido. Nunca me ha pasado esto con Carmen. Á los ocho días de tratarla ya me la sabía de memoria y predecía todas sus respuestas y ademanes. ¡Pobre Carmen, qué mal le pago el amor que me tiene! Pero ella, ó el diablo por ella, se empeña en quitarme las ilusiones.

Sin duda replicó ella sonriendo; pero, aunque estoy todavía lejos de la treintena, pienso que la edad de las vacilaciones ha llegado ya... Un primer matrimonio medianamente feliz despierta una precoz desconfianza; es como un vuelco de carruaje, que nos hace cobardes para siempre.

¿Joaquín, ese pillo?... Le diré a usted... Siempre que le veo, me da un vuelco el corazón. Le quise y aún me parece que podría volver a quererle... Pero déjele usted donde está. Yo estoy mejor así. Es un canalla ingrato... Y bastante hemos hablado, Sr. D. José. Yo me marcho... Por Dios, mujer... He dado mi palabra. Esas palabras no se cumplen. ¿De modo que no te veré más?