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Y, muy dichosa, me precipité como una tromba en el cuarto de la abuela, que está al lado del mío. Sorprendida por mi brusca invasión la abuela no puede acostumbrarse a mis modales de torbellino la encontré enredada en las bridas de su cofia de dormir, y tratando de sujetársela en la cabeza del modo que convenía a la solemnidad de las circunstancias.

Entonces emprendió el camino de vuelta por las mismas calles por donde había ido, sin tener más que un tropiezo. Un viejo, de aspecto decente, se detuvo de pronto ante ella; sorprendida Currita, pegóse a la pared, y el hombre hizo entonces ademán de darle una moneda de cinco céntimos, una perra chica, como llamaban entonces y aún llaman hoy a esas piezas pequeñas.

Visiblemente emocionada y hasta confusa, la mirada baja, distraída, preocupada; acababa de ser sorprendida en una lectura que la turbaba notablemente; era claro. ¿Qué podía leer que la inmutara a tal extremo después de todo lo que había leído, y que no quería confesar después de todo lo que había confesado? Mis dudas se convirtieron en sospechas.

LUCY. ¡Va usted a ver...! ¡Es un cuento de hadas...! ¡Figúrese lo sorprendida que me quedaría...! El mostróse muy chic y no me propuso nada vergonzoso.

Nada de eso; no exagero exclamó Francisca. Quiero casarme y me casaré añadió con un fruncimiento de cejas que envejeció de un modo extraño su cara, de ordinario tan animada. ¿Y , Paulina? pregunté para evitar otra declaración de principios de Francisca. Yo dijo Paulina ligeramente sorprendida por la pregunta, haré lo que quiera mamá. ¡Dios mío! qué paloma... murmuró Francisca con despecho.

Cuando oyó su voz en la cocina, le dio un vuelco el corazón, se puso a temblar como un azogado y se le borraron por completo las palabras que tenía preparadas. ¿Cómo está usted, conde? dijo ella con gran naturalidad al entrar, tendiéndole una mano. Bien, ¿y ? Levantó la cabeza como sorprendida de oírse tutear y respondió mirándole fijamente: Perfectamente. ¿Y la niña? Algo mejor.

Flora también quedó silenciosa al cabo. Ambas prosiguieron un buen rato su tarea sin decirse palabra. Al cabo aquella levantó la cabeza y sonriendo maliciosamente exclamó: ¡Si será verdad lo que dijo la tía Rosenda, la noche de la lumbrada! Demetria ya no se acordaba; la miró sorprendida.

María Teresa levantó sus lindos ojos, y dijo sorprendida: ¿Es decir que usted no se habría encontrado bien en Etretat, por la única razón de que en esa época del año, no es de buen tono quedarse? ¿Exigen los ritos de la vida social que se tenga una invitación para algún castillo, precisamente en la época de la caza?

Antes que las ramas y plantas que lo cubran hayan retoñado, Pablo la habrá olvidado y antes de que las hojas tengan tiempo de marchitarse otra vez, habrá vuelto al Pavol y... Sonrió expresivamente, y se marchó sin terminar su frase. Yo le miré alejarse sorprendida, pensando que son muy originales los tíos que predicen el porvenir con tanto aplomo.

Cerca de vi, agazapada en la sombra, en medio de los escombros, una forma humana, cuya silueta reconocí en seguida. ¡Roberto! grité sorprendida.