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Cuando al fin alcanzó el más encarnizado de mis enemigos, aquél con quien contara al mundo mi historia convirtiendo mi valor en hazmerreír de perversos e ignorantes, aquél cuya péñola implacable hace irrisión de mis nobles pasiones y befa de mis mejores hazañas, he aquí que lo hallo enfermo, postrado y agonizando, por obra y gracia de los pérfidos encantadores que me persiguen, y que no han querido que vengue de una vez por todas sus burlas y ultrajes, para eterna gloria de mi nombre.

Mujer... suplicó Belarmino. Xuantipa, cuando él lo dice.... Belarmino es un hombre verdadero medió el señor Colignon. ¿Ese un hombre verdadero? ¿Ese mastuerzo, ese babayo, un hombre verdadero? Lo habrá sido antes, de soltero. Ahora.... Un tontorontaina, un hazmerreír, un holgazán. Eso, eso es lo que es. Usted no le conoce, señor Coliñón. Esto que yo he deseado decir es que Belarmino habla verdad.

Parecíale que daba vueltas constantemente por aquella maldita plataforma, siendo el hazmerreír de toda la ciudad congregada abajo; luego, pensaba en ese infame Tistet Védène y en la bonita coz con que iba a obsequiarle al día siguiente por la mañana. ¡Oh, amigos míos, vaya una coz!

Sobre todo, al hacerse viejo, no sólo experimentó la frialdad de sus antiguos amigos, de aquellos que le habían dado pruebas inequívocas de cariño, sino, lo que es aún más triste, encontrose, sin pensarlo, sirviendo de blanco a las chufletas e invectivas de los mozalbetes de la nueva generación. Fue el hazmerreír de estos procaces jóvenes.

Señor Fígaro, ese plan será bueno; mas yo le encuentro el inconveniente de que si en un país en que tan poco prestigio tiene la literatura y los literatos, en vez de darnos honor unos a otros nos damos mutuamente en espectáculo, derribamos nosotros mismos nuestros altares, y nos hacemos el hazmerreír del público... y a me da vergüenza...

¿Y cómo lo sabes? repuso él saboreando la delicia de tutear a una mujer que no era legalmente suya, e indignado al mismo tiempo ante la idea de haber servido de hazmerreír a Mariquilla. ¡Vaya si lo ! ¡Qué borricotes sois los hombres!

Eres el hazmerreír de círculos y clubs... En cambio, aunque calumniosamente, se supone a otros más afortunados que con la dama de tus pensamientos y desvelos.