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Pero ¿por qué conjeturar lo que produciría, si basta y sobra con lo producido? ¡Y tanto como basta! Los más brillantes periodistas argentinos son hijos de Fígaro, si no en otra cosa, en la audacia para romper viejos lazos, derribar arcaicas supersticiones y rebelarse contra los antiguos e innocuos catecísmos.

Pues si nos pasa perjuicio, usted será el responsable... ¿Yo, señor editor? ¡Oh, qué placer el de ser redactor! ¡Oh, si esto fuese todo, y si sólo fuera uno responsable, pobre Fígaro, de lo que escribe!

Para aprovecharme de esta hermosa libertad anuncio un periódico»... Basta exclamo al llegar aquí mi escribiente, basta; eso se ha escrito para ; cópielo usted aquí al pie de este artículo: ponga usted la fecha en que eso se escribió... 1784. Bien. Ahora la fecha de hoy. 22 de enero de 1835. Y debajo: Fígaro.

Crece el alboroto y la conversación; roncas ya las voces piden versos y décimas, y no hay más poeta que Fígaro... ¡Es preciso! ¡Tiene usted que decir algo! exclaman todos. Désele pie forzado; que diga una copla a cada uno. Yo le daré el pie: a don Braulio en este día. ¡Señores, por Dios! No hay remedio. En mi vida he improvisado. No se haga usted el chiquito. ¡Me marcharé! ¡Cerrar la puerta!

Yo, señor Fígaro, era impetuoso y naturalmente inconstante; menos servía, pues, para casado, ni nunca pensara en serlo; pero de resultas del bombardeo de Cádiz murió mi madre, que gozando por sus relaciones de familia de algún favor, hubiera adelantado mi carrera. Otro favor que me hicieron las circunstancias.

Concluida esta filípica, fuíme en busca de mi Sans-délai. Me marcho, señor Fígaro me dijo; en este país no hay tiempo para hacer nada; sólo me limitaré a ver lo que haya en la capital de más notable. ¡Ay! mi amigo le dije, idos en paz, y no queráis acabar con vuestra poca paciencia: mirad que la mayor parte de nuestras cosas no se ven. ¿Es posible? ¿Nunca me habéis de creer?

Ahora me emplearán, digo yo para : tengo talento, mis luces son conocidas, soy útil... Pero ¡ay! señor Fígaro, ya no tengo madre, ya no tengo mujer, ya no tengo dinero, ya no tengo amigos; las circunstancias de mi vida me han impedido adquirir relaciones.

Su obra «Las primeras armas de Fígaro», estrenada por Déjazet, fué un éxito que le valió ser llamado «el nieto de Beaumarchais». Casi al mismo tiempo triunfaba en el teatro del Palacio Real con «Gentes nerviosas», y poco después robustecía su fama con «El señor Garat», y la lindísima comedia «Patas de mosca».

Convocó a sus micos, reunió a sus íntimos y trazóse un plan encantador de fiestas, bailes y regocijos a beneficio todos de los heridos, entre los que había de llevarse la palma una famosa kermesse ideada por Currita, a imitación de la organizada en París por El Fígaro, en el teatro de la ópera, a beneficio de los inundados en Szegedin.

Durante su rápida cuanto fecunda carrera periodística, no tuvo competidores, y el mismo clásico e ingenuo Mesonero Romanos tuvo que ceder el paso al maestro entonces, y hoy desaparece en la penumbra de aquella gran sombra. Leer hoy los artículos de ambos, es recordar mañana exclusivamente a Fígaro.