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Cuando al fin alcanzó el más encarnizado de mis enemigos, aquél con quien contara al mundo mi historia convirtiendo mi valor en hazmerreír de perversos e ignorantes, aquél cuya péñola implacable hace irrisión de mis nobles pasiones y befa de mis mejores hazañas, he aquí que lo hallo enfermo, postrado y agonizando, por obra y gracia de los pérfidos encantadores que me persiguen, y que no han querido que vengue de una vez por todas sus burlas y ultrajes, para eterna gloria de mi nombre.

Llama, por último, á Rodrigo, que se encoleriza observando la preferencia que su padre ha dado á sus hermanos más jóvenes, y cuando estrecha también su mano, exclama colérico que le daría un bofetón si no fuera su padre. «Ya no fuera la primerale contesta Don Diego; demuestra su alegría en un fogoso discurso al ser testigo del varonil orgullo de su hijo, y le encarga que vengue el insulto hecho á su honor.

Otra comedia extravagante, á la que no faltan detalles singulares, es El negro del mejor amo. Sólo expondremos su argumento, extraordinariamente complicado, en sus rasgos más principales. La escena es en Palermo. Don Pedro Portocarrero, noble español, jura odio eterno al conde César, por haber dado muerte á su hermano; después de matar á dos parientes del Conde, sin poder vengarse de su principal enemigo, se oculta en el convento de San Francisco para evitar las persecuciones de la justicia. Entra á servirlo un negro, llamado Rosambuco, hombre salvaje y feroz, que antes había sido pirata y hecho prisionero en una pelea con los españoles. El horóscopo del nacimiento de este negro predecía que su fama sería grande, y que llegaría á ser el favorito del Soberano más poderoso del orbe, lo cual aumenta aún más su insolencia. Don Pedro encuentra en él el más dócil y apropiado instrumento para realizar sus proyectos vindicativos, y concierta con él que fuerce una noche las puertas de la casa del conde César; que robe á su hermana Laura, á quien ama Don Pedro, y que vengue en la sangre del hermano la muerte del suyo. Aborta el plan, sin embargo, y los dos cómplices se ven de nuevo obligados á regresar á su asilo. Rosambuco quiere hollar el patio del convento, y pasar por delante de la estatua del fundador (Benedicto Sforza), cuando éste lo llama y le dice con voz sepulcral, que cómo malgasta su fuerza en infames acciones, cuando Dios lo ha elegido para ser la joya y gala de su convento. El negro no lo oye, y sigue profanando el sagrado recinto con su vida licenciosa. Una noche, con los más culpables designios, intenta penetrar en el principal santuario del convento, en la capilla del Hijo de Dios; pero se le aparece

Aunque sepas resistir, aunque no caigas en la tentación ni peques, ¿no ves que te expones a echar tu reputación por los suelos y a que ese malvado seductor te venza, y si no te vence se vengue de ti deshonrándote y suponiendo que logró lo que deseaba? ¿No adviertes cuan indecoroso es para una doncella conceder esas citas, aun cuando sea con el fin de quedar en ellas triunfante? ¿Qué horrores no estará él pensando de ti desde el momento en que le concediste la cita?

Una palidez biliosa, lívida, terrible, cubrió las mejillas de la comedianta; sus ojos irradiaron una mirada desesperada, tembló toda, y exclamó con acento opaco: ¡Conque me ha engañado!... ¡conque me ha mentido!... ¡ya lo sospeché yo!... Quevedo le trajo ayer á mi casa... , , veo claro... muy claro... ¡ya se ve!... ¡como yo soy... ó era la querida del duque de Lerma!... ¡oh! ¡han querido tener en un instrumento!... ¡ese maldito don Francisco, que lee en el alma... que adivinó que yo me enamoraría de él... que me volvería loca por él!... ¡oh! ¿quién había de creer que Quevedo fuese tan villano? ¡oh! ¿quién había de pensar que un joven de mirada tan franca y tan noble, sucumbiría á tal bajeza... á tal crimen?... ¡enamorar á una pobre mujer que vive tranquila, resignada con su fortuna... hacerla odioso su pasado y desesperado su presente... matarla el alma!... ¡oh! ¡qué crimen, qué crimen... y qué infamia! ¡Es necesario que aunque yo me pierda se acuerde de ! ¡Es necesario que yo me vengue!...

Ella me dijo sin llorar, pero sus ojos estaban enrojecidos, lo que acabo de contarle, y como yo no tenía ya nada más en el mundo que la piedad de mi madrina, finalmente, con una voz apagada que arrancaba de su pecho con grandes esfuerzos, me dijo: «Hija mía, mi pobre Adela, mi único amor, Dios te proteja... y cuando El, en su bondad, te un esposo... ¿Lo oyes bien, hija mía? añadió levantando la cabeza y tomando un tono de voz lúgubre y grave que aun resuena en mis oídos , ¡que ese esposo vengue a tus padres y que, a cambio de la sangre de tu padre asesinado, tome la sangre de Maugis

Rodrigo, que la oye oculto, se arroja á sus pies, rogándole que lo vengue en él como él vengó al suyo en el conde Lozano. Ella no le encubre su inclinación, pero manifiesta que, obedeciendo á las leyes del honor, hará todo linaje de sacrificios para que sea castigado el matador de su padre.

El ofendido de esta manera, se queja de no tener ningún hijo que vengue su injuria, sino sólo una hija, que lo aflige más en su desdicha; por lo cual demuestra á los moriscos reunidos, que estas medidas no tendrán otro resultado que hacerlos á todos esclavos, excitándolos á vengar su oprobio, porque á todos ellos alcanza. En efecto, toda la reunión pronuncia ese juramento de venganza.

Es preciso que haya quien me vengue díjose el moribundo; y haciendo venir un escribano, dictó su testamento, dejando a aquella arpía por heredera de su fortuna, con la condición de que había de contraer segundas nupcias antes de cumplirse los seis meses de su muerte, y de no verificarlo así, era su voluntad que pasase la herencia a un hospital.

El bridge ha muerto, ¡viva el truco! Tenía razón, mil veces razón tenía mi amigo Villalba. Bien pronto lo comprendí. Y desde entonces resolví vengarme de todo lo que había jugado al bridge por hábito y con placer harto mediocre o negativo. ¡Lástima que me vengué demasiado bien!... Pues sucedió que me encontré de nuevo con Clarita, y que su mamá volvió a invitarme a comer. Fui lleno de júbilo.