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Y lo peor del caso era que cuando, a las cuatro de la tarde, volvió al Gran Hôtel rendido y desalentado por no haber podido enseñar más que a las dos terceras partes de la colonia española la babucha apócrifa de la cadina, encontróse con que la trágica historia tenía una segunda parte, interesantísima también, pero pía, devota, sentimental, romántica, en que cabía a su persona no sólo el papel del cronista, sino el de agente poderoso, de intercesor eficacísimo, de ama de llaves de la Providencia, que hubiera dicho Diógenes, en el bello final de aquel drama que comenzaba su acción en las barbas del Sultán e iba a terminarse bajo el manteo del padre Cifuentes.

La misma ley de Poker-Flat lo reconoció así y se retiró, dejándolas todavía enlazadas una en brazos de otra. En la embocadura del desfiladero, sobre uno de los mayores pinos, encontrose un dos de bastos clavado en la corteza, con un cuchillo de monte. Y, en efecto.

Encontróse Montiño en una celda extensa, esterada, modestamente amueblada, y cuya suave temperatura estaba sostenida por el fuego moderado de una chimenea. En las paredes había numerosas imágenes de santos pintados al óleo y guarnecidos por marcos negros.

Parecía que se desbarataba en horrorosas convulsiones, y se mordió las manos y se golpeó todo, quedándose maltrecho. Por fin le pasó, Dios sabe cómo, y al volver en encontrose con una gran novedad en su cerebro: tenía una idea; pero una idea grande, clara, categórica, sinceramente adherida a su inteligencia. No durmió en toda la noche, no comió nada a la mañana siguiente.

La marquesa de Sabadell, por su parte, encontróse al volver de misa con una carta, que hizo vibrar en un instante cuantas fibras sensibles existían en su corazón: por un momento creyó la infeliz mujer que iba a desmayarse.

Entre las ruinas, y perfectamente conservada, encontróse en 1804 una efigie del Señor de la Exaltación, a cuya solemne fiesta concurren el 14 de septiembre los creyentes de diez leguas a la redonda. Tiempos de fanatismo religioso fueron sin duda aquellos en que, por su majestad don Felipe II, gobernaba estos reinos del Perú don Andrés Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete y montero mayor del rey.

No adónde diablos se me ha ido la razón... Esta mujer me ha embrujado... Nada, enteramente imbécil». iii En la soledad de su alcoba, encontrose mi hombre más dueño de mismo, habiendo vencido aquella turbación inexplicable con que saliera de la casa de Santa Cruz. Despidió a su criado, después de quitarse la ropa, y envuelto en su bata se tendió en el sofá.

Encontróse, al cabo, en un apartado gabinete del Veloz, a un viejo con grandes patillas canas y una cabellera blanca y espesísima, más digna de coronar la frente del rey Lear que aquel rostro encarnado y granujiento en que había dejado impresa su huella todos los vicios.

Aquel republicano lloró cuando las puertas de las Ursulinas se cerraron para detener al prisionero. Encontrose mi padre allí con buena y numerosa compañía, puesto que había en aquella cárcel más de doscientos sospechosos de la provincia, amontonados en las habitaciones y los corredores del antiguo convento. Mi padre pidió por todo favor le concedieran para él solo un rincón en el granero.

En el Puente de España, puente que solo de España tiene el nombre pues hasta sus hierros vinieron del Extrangero, encontróse con la larga procesion de jóvenes que se dirigían á Intramuros para sus respectivos colegios. Unos iban vestidos á la europea, andaban de prisa, cargando libros y cuadernos, preocupados, pensando en su leccion y en sus composiciones; estos eran los alumnos del Ateneo.