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Si la princesa alababa las magnificencias de su palacio, la criolla hacía alusión inmediatamente al elegante hotel particular comprado por ella en los Campos Elíseos. La llegada del coronel Toledo, héroe decorativo que volvía á dar á la vivienda principesca un prestigio militar, no intimidó á doña Mercedes.

Por la mañana se permitía tutear sin pudor a la parda o china criolla que volvía del mercado y entraba en su tienda. Si la cliente era hija del país, la trataba llanamente de hija; hija por arriba e hija por abajo.

El joven editor de El Alud, de Fiddletown, sostenía reservadamente que era un hoyuelo disimulado y al coronel Roberto le recordaba las tentadoras pecas de los tiempos de la reina Ana, y más especialmente a una de las más hermosas y malditas mujeres, , ¡malditas sean! en que jamás se hayan podido fijar ojos humanos. Era una criolla de Nueva Orleáns.

Y se iba aplaciendo el semblante angustiado del caballero al recordar aquella su expedición a las Américas, dueño y señor de una criolla que le adoraba.

¿Para qué introducir la turbación y la alarma en aquella apacible agonía? ¿Para qué confiarle la tímida esperanza que reprobaba su razón? ¿Para qué dar alimento a las quimeras que poblaban la imaginación exagerada de la ardiente criolla, tan llena de castillos en el aire?

La señora de Laroque, sobre todo, me profesa una verdadera afección; me toma por confidente de sus extravagantes y muy sinceras manías de pobreza, de sacrificio y abnegación poética que forman, con sus multiplicadas precauciones de criolla frívola, un singular contraste.

Y después de negarse á un gasto doméstico de doscientos francos, empleaba cinco mil en una compra innecesaria, sólo porque representaba, según él, una gran pérdida para el vendedor. Julio y su hermana protestaban ante doña Luisa. Chichí llegó á afirmar que jamás se casaría con un hombre como su padre. ¡Cállate! decía escandalizada la criolla . Tiene su genio, pero es muy bueno.

Sus manos eran jazmines y sus pies de criolla, celebrados en Sarrió como nunca vistos; la suavidad y tersura de su cutis, vencían a las del nácar y alabastro. Sobre la frente, alta y estrecha como las de las venus griegas, de un blanco argentino, caían los bucles de sus cabellos rubios, cuya madeja, tan espesa como dócil y brillante, le tapaba enteramente la espalda hasta más abajo de la cintura.

Sobre la tez blanca empezó á esparcirse una especie de viruela subcutánea, formada de puntos negros pequeñísimos, como granos de pólvora. En una mejilla y en otras partes menos visibles se marcaban ó desaparecían, según los días, grandes manchas violáceas. Era la madurez precoz de la criolla de diversos orígenes.

Aunque Miguel no llegaba á comprender este parentesco, tuteó á la joven, mientras la criolla sonreía viendo ya á Alicia con una corona de princesa haciendo reverencias ante el zar.