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Me creía en situación de afrontar la ira y el poder del Duque y de retener a la fuerza la corona, no por ambición, sino porque el Rey de Ruritania era el esposo destinado a la princesa Flavia. ¡Sarto, Tarlein! ¿Qué me importaban? ¿Qué significan los obstáculos, ni cómo examinarlos y medirlos a sangre fría cuando la pasión ciega domina al hombre por completo?

No diré si fué cosa dura para una princesa joven que la llevaran cautiva á Marruecos con su madre; bien se pueden vms. figurar quanto padeceríamos en el navío pirata.

Dulzuras destella tu luz de topacio, luminosa estrella del celeste espacio. Y viendo que de ella yo nunca me sacio, me sonríes bella, desde tu palacio. Tus fulgores dame, que amante los guardo en mi ánima opresa, y deja que te ame nostálgico el bardo, ¡divina princesa!

Decía mil chirigotas, daba manotadas sobre la mesa, y arrojaba á la Princesa bolitas de pan. Movía sus brazos como atolondrado, cual si los goznes de éstos tuviesen un hilo, y oculta mano tirase de él por debajo de la mesa. «¡Cómo me estoy divirtiendo! decía el Canciller.

Sarto dije, tengo que hablar un momento a solas con el prefecto. Escolte usted a la Princesa. Veamos, señor prefecto; ¿qué quiere usted decir? pregunté. Se me acercó y me incliné hacia él. ¿Y si el joven ese hubiera estado enamorado de la dama? murmuró. Nada se ha sabido de él en los dos meses y a su vez el prefecto dirigió una mirada al castillo.

El argumento de esta comedia, fundado en una novela de Bandelo, aunque sin seguirla servilmente, es como sigue: Enamórase una princesa de Dinamarca del príncipe español Dulcelirio, que reside en la corte de su padre, y le entrega, para memoria suya, una sortija al despedirse para regresar á su patria.

La Reina quiere vengarse de él por haber dado muerte á su hermano el Rey de Navarra; indúcelo á encaminarse á Navarra para desposarse con una Princesa del país; pero apenas llega el Conde á Pamplona, accediendo á su invitación, cuando es encerrado en la cárcel.

Ruperto le lanzó una mirada que me exasperó, porque con ella supo expresar aquel libertino toda la admiración que le inspiraba la Princesa. Vuestra Majestad es siempre bondadoso continuó. Por mi parte, a la vez que siento la muerte de mi amigo, no olvido que esa es la ley común y que muy pronto les tocará a otros el turno. Reflexión que a todos nos importa tener presente dije.

Hice el camino de regreso en una carretela descubierta, teniendo a mi lado a la princesa Flavia, lo cual hizo exclamar a un palurdo: ¿Cuándo es la boda? La pregunta le valió una puñada por parte de otro espectador, que gritó: «¡Viva el duque Miguel!» y la Princesa volvió a ruborizarse, más hermosa que nunca.

Rubén Darío también bebió para no sentir la vida demasiado dura en la carne viva de su corazón de poeta. La vida es dura, amarga y pesa; ¡ya no hay princesa que cantar! Poe bebía bárbaramente, como si quisiera «asesinar algo en si mismo». Nuestro admirable y dulce poeta Manuel Paso también se suicidó abrasándose las entrañas y el cerebro en un océano siniestro de aguardiente.