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Las magnificencias interiores de la bahía iban desarrollándose ante la muchedumbre agolpada en las bordas del trasatlántico. Aparecían entre los cabos de basalto coronados de vegetación extensas playas con pueblecitos de color rosa y torres de iglesia blancas, rematadas por una cúpula de azulejos.

Centenares de obreros los pisaban todas las mañanas, y por allí descendían, recién salidos del telar, los floreados damascos, los brillantes rasos, la seda listada, todas las magnificencias de una industria oriental que daba a Valencia fama y prosperidad. Ahora era la escalera de un panteón, y se sentía malestar oyendo cómo el eco repetía y agrandaba los pasos. Los porches eran inmensos.

Su embriaguez se recreaba con las más disparatadas magnificencias. Unos hacían correr el vino de todo un tonel para llenar un solo vaso. Otros empleaban como blanco de su revólver las botellas de champaña alineadas en las anaquelerías de los cafés, pagando las roturas al contado. De este viaje guardó Ferragut un sentimiento de orgullo y confianza que le hizo despreciar los peligros.

Describía el Padre elocuentemente las magnificencias de la Ciudad Eterna: sus palacios, sus templos y sus majestuosas ruinas.

¡Mi señorita linda!... Siempre me cuesta el conocerla con su traje de varoncito. ¿Cómo le va?... Y bajó apresuradamente los escalones de madera, atravesando la calle para ir al encuentro de Celinda Rojas. No se habían visto desde el día que Sebastiana abandonó la estancia; y ahora, por odio á don Carlos, creyó conveniente la mestiza enumerar las magnificencias de su nueva situación.

La baraja me hace contemplar magnificencias como no las soñaron los cuentistas persas. Sus colores son montones de gemas preciosas. Las más de las veces pierdo y la orquesta me acompaña en sordina, con una marcha fúnebre de hermosa desesperación; pero á los pocos compases, esta marcha se convierte en himno triunfal: la salida del nuevo sol, la resurrección de la esperanza.

Decididamente aquella vieja estaba loca, como le había dicho la doncella. Pero calló, por ser la abuela de la señora. Hasta la hora de la comida se mantuvo la verdulera en este paraíso, admirando sus magnificencias.

El coronel se mostró asombrado al principio de las magnificencias y derroches de la vida rusa; luego acabó por encontrarla regular, como si estuviese acostumbrado á algo semejante desde su niñez. «Piensa, hijo mío, en el nombre que llevas escribía la princesa . No lo deshonres.

Allí estaba la ropa que había traído del río, y hasta la naranja corredora estaba allí también. ¿Si habrá sido todo un sueño? dijo para la lavanderilla. Quisiera volver al palacio del Príncipe de la China para cerciorarme de que aquellas magnificencias son reales y no soñadas.

En vez de los ocho ó diez viajeros que van encerrados en los wagones de Francia, Inglaterra, etc., en Suiza se reunen cuarenta, cincuenta ó mas en un solo carruaje, y el viajero curioso de observar el país puede salir a la pequeña plataforma que se halla entre cada dos wagones y desde allí contemplar con arrebato ú embeleso las magnificencias del paisaje.