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Soldados y marineros juraron obedecer a su capitán. Morsamor entonces dispuso las cosas con arreglo al plan que había concebido y dividió en tres partes sus fuerzas: la marinería al mando del piloto; al mando de Tiburcio lo mejor de la hueste, contándose en ella Juan de Cartagena y Fray Blas de Villabermeja, a quienes excitó para que se luciesen, pagando así la franca hospitalidad con que los había acogido.

Como buen español y buen católico, se dolía de que explotasen aquel hermoso capital, pagando tan mezquinos réditos, gentes de extranjis, herejes o judíos de seguro. ¿Cuánto mejor empleado no estaría aquel dinero en España, y sobre todo en Villafría y los pueblos cercanos? Era indispensable traer a España aquel dinero.

Y los celosos desconfían de todo, y aun en el mismo sol ven sombras. El padre Aliaga hizo por lo mismo prender al cocinero mayor. Porque tenía celos. De modo que, el mísero de Francisco Martínez Montiño, estaba constantemente pagando pecados de otros.

La clase media se compone de los artesanos, de los rústicos que viven con cierta holgura, y de todos los que, pagando alguna contribución directa, jamás usaron sombrero de copa. Constituyen, en fin, la clase baja los jornaleros, los verdaderamente campesinos y todos los indigentes, esto es, lo que en más latas esferas se llama hoy el cuarto estado.

Por dicha, el Conde de Casa-Valencia, con el discurso que leyó antes, recompensó, con paga adelantada y no viciosa, la paciencia que gastasteis en oírme; y no dudo que seguirá pagando este favor, auxiliándonos en nuestras tareas, con la discreción y laboriosidad que le son propias y con la erudición y el ingenio de que nos ha dado hoy gallarda muestra. Den lieb' ich, der Unmögliches begehrt.

Si el cronista Oviedo, el de la «Natural Historia de las Indias», había escrito de los americanos las falsedades que los que tenían las encomiendas le mandaban poner, le decía a Oviedo mentiroso, aunque le estuviera el rey pagando por escribir las mentiras.

La vieja compañera había muerto de miseria y él vagaba por las minas, durmiendo á la intemperie, comiendo lo que le daban los peones y pagando esta limosna con insultos. Cuando estallaba un barreno cerca de él, miraba con ojos feroces á los obreros. ¡Bestias! les gritaba como si cometiesen un crimen. ¡Tenéis la dinamita en vuestras manos y la empleáis en eso!...

Para el comendador Pinho, el Universo consta de dos únicas entidades: él mismo, Pinho, y el Estado que le da el seis por ciento; por tanto, el Universo es perfecto y la vida perfecta, mientras Pinho, gracias a las aguas de Vidago, conserve apetito y salud, y el Estado siga pagando fielmente el cupón.

En un contrato de compra y venta en el año de 268, vemos á la rica y joven viuda Priscila comprando una bonita esclava en la flor de su edad, y pagando por ella cinco mil dracmas. Como ya la muchacha había pertenecido á un oficial de caballería, llamado Aurelio Coluto, no es muy de creer que su inocencia inmaculada entrase por mucho en tan subido precio.

»Esta es la substancia de lo que tuve que oír, o mejor dicho, de lo que yo misma fui extrayendo, frase a frase, del cúmulo de pensamientos que se revolvían en su cabeza. »¡Grandes pudieron ser mis faltas, pero bien caras las iba pagando!