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Saludemos, pues, al altísimo poeta con las mismas palabras con que saludaba a Fausto la profetisa Manto: Den lieb' ich, der Unmögliches begchrt! Yo amo a aquel que desea lo imposible. Fausto, en este sentido, esto es, la sombra de Fausto, su idea, que Goethe lleva en , vuelve del seno de las Madres.

¡Hebreo! exclamó la tía María . ¡Virgen Santa! ¿Si será judío? En aquel momento, Stein, que había estado largo tiempo aletargado, abrió los ojos y dijo en alemán: Gott, wo bin ich? La tía María se puso de un salto en medio del cuarto. El hermano Gabriel dejó caer los libros, y se quedó hecho una piedra, abriendo los ojos tan grandes como sus espejuelos. ¿Qué ha hablado? preguntó la tía María.

Y los mascarones, apoyando la diestra en el machete viejo o el cuchillo de cocina que llevaban al cinto para «estar más en carácter», sonreían agradecidos. Ich danke... Mochas grasias. Algunos comían entre sudores de angustias, disfrazados de derviches con mantas de cama. Un grave alemán se había puesto el chaleco salvavidas que guardaba todo camarote por precaución reglamentaria.

Por dicha, el Conde de Casa-Valencia, con el discurso que leyó antes, recompensó, con paga adelantada y no viciosa, la paciencia que gastasteis en oírme; y no dudo que seguirá pagando este favor, auxiliándonos en nuestras tareas, con la discreción y laboriosidad que le son propias y con la erudición y el ingenio de que nos ha dado hoy gallarda muestra. Den lieb' ich, der Unmögliches begehrt.

C. A. Dohrn, en su excelente traducción de dramas españoles, tomo IV, Berlín, 1844, no por cierto muy conocida, vierte así al alemán las últimas palabras de García: Num, so lasst die Trommel schmettern! Gleich dem Blitze will ich wettern Auf die saracen'schen Gauen! Von des Blutes Purpurströmen Sei die Kriegesschaale voll, Und mit diesem Ende soll Dort mein Ruhm den Anfang nehmen!

Ich weiss nicht was soll es bedeuten Dass ich so traurig bin! Cuando el P. Florentino saludó á la pequeña sociedad ya no reinaba el mal humor de las pasadas discusiones.