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»Esta es la substancia de lo que tuve que oír, o mejor dicho, de lo que yo misma fui extrayendo, frase a frase, del cúmulo de pensamientos que se revolvían en su cabeza. »¡Grandes pudieron ser mis faltas, pero bien caras las iba pagando!

Te ruego me oigas, poderoso hijo de SATURNO, que conmueves el Olimpo al fruncir tu ceño terrible, y vosotros, prudentes y venerandos dioses que presidís y gobernáis á los hombres, no toméis á mal mis palabras, siempre sometidas á la voluntad del donante. Si por acaso mis razones carecen á vuestros ojos de peso, dignáos rebatirlas y pesarlas en la balanza de la justicia. Hay en la antigua HESPERIA, más allá de los Pirineos, un hombre cuya fama ha atravesado ya el espacio que separa al mundo de los mortales del Olimpo, ligera cual rápida centella. De ignorado y oscuro que era, pasó á ser juguete de la envidia y ruines pasiones, abrumado por la desgracia, triste destino de los grandes genios. No parece otra cosa sino que el mundo, extrayendo del TÁRTARO todos los padecimientos y torturas, los ha acumulado sobre su infeliz persona. Más á pesar de tantos sufrimientos é injusticias no ha querido devolver á sus semejantes todo el dolor que de ellos recibiera, sino por piadoso y demasiado grande para vengarse, trató de corregirles y educarles, dando á luz su obra inmortal, el DON QUIJOTE. Hablo, pues, de CERVANTES, de ese hijo de la ESPA

Consideraba que el comercio inmediato con estos indios, podria ser sumamente útil á la nacion inglesa, extrayendo por los mismos indios el oro de las minas mas ricas que los indios de Chile ocultan á los españoles, dándoles en cambio armas y municiones de guerra y otras comodidades que les hiciesen abrir sus minas; y que por la asistencia de los ingleses y su proteccion, vendrian á formar estos indios un pueblo considerable, eta.

Una máquina-grúa ha ido extrayendo de sus bolsillos una porción de objetos disparatados, cuyo uso pude yo adivinar gracias á mis estudios minuciosos de los antiguos libros, pero que es completamente ignorado por la masa general de las gentes.

Elevé los pensamientos por encima de las enriscadas barreras del valle, y le llevé lejos, muy lejos de Tablanca; cerré los ojos, acudí a los repuestos de la memoria, y fui extrayendo de ella una verdadera legión de imágenes, a las que hice desfilar después, una a una, por delante de .

Yo no lo que pensarían en casa del viejo Marmitón del desconcierto que debió de notarse entre las palabras que salían de mi boca y las ideas que me retozaban en el cerebro, ni si le notaron siquiera; pero es un hecho que a medida que andaba hacia la casona, formando serios propósitos de ir aclarando la duda poco a poco, extrayendo del fondo de la cristalina fuente las pedrezuelas misteriosas con las pinzas de mi experiencia y el tacto de mi nativa serenidad para esas cosas, me maravillaba del desarrollo que había alcanzado aquel arrechucho mío, y de lo cercano que me había puesto de cometer una ligereza impropia, no ya de un hombre maduro, sino de un colegial inexperto.

Maltrana, extrayendo un revólver de su encierro, montaba la llave y lo puso en la mano del barón, alejándose luego hacia el otro combatiente. Gómez dio un consejo rápido al belga, que quedaba en guardia con el arma en alto. Compañero, apunte a los pies. Yo conozco los revólveres; siempre envían la bala por arriba. Créame: a los pies... siempre a los pies, y hará carne seguramente.

De este modo, si no creaba, cuando menos se divertía extrayendo del depósito las notas, concertadas por el orden que se le señalaba en un papel. Llegó a ser un regular pianista. Después de su fracaso de poeta, quedábale el recurso de la prosa, que parece ser el prado del concejo para todos los aficionados a retozar en los campos acotados de las letras, y aun de las artes, las pedestres inclusive.

Sin gran predilección ni por los unos ni por los otros, les presta y vuelve á tomarles la electricidad, la luz, extrayendo ese fuego de chispas y ese infinito de pálidos resplandores que, hasta bajo las noches polares, constituye su magia siniestra.

Para muchos la intervención de la Providencia era patente, y a su amparo el príncipe, extrayendo de cada ocasión un ejemplo, completaba su obra. Nada de albedríos diseminados, nada de figurerías ni arrogancias que estorbasen el poder. La unidad era el primer precepto de su Arte Real, la unidad invulnerable y absoluta, a imagen y semejanza de aquella otra unidad que gobernaba los orbes.