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Allí hube de tomar por primera vez esa máquina infernal que se llama diligencia y que caracteriza vigorosamente á uno de los tipos mas curiosos, tipo que se divide en tres entidades homogéneas pero diversas: el mayoral, el delantero y el zagal. Francamente, creo que Santo Domingo de Guzman, Felipe II y el amable Torquemada no entendian el oficio.

¿Cómo ha nacido ese gremio? Preguntadlo al ingeniero director de la Estación Sericícola de Murcia, D. Emiliano López, gran patriota y celoso propagandista de la industria sedera, y este señor os dirá que en el mes de Septiembre de 1907 visitó á esta ciudad para hacer propaganda de la cría del gusano productor de la seda, y como delegado del Estado, para cumplir su misión, se dirigió, como era natural, á los centros y corporaciones oficiales y á distinguidas personalidades de reconocida competencia agrícola y en sus industrias derivadas ó similares, y este mismo señor os dirá también que por ninguna de estas entidades fué patrocinada su propaganda.

En la vida de aldea, que caracterizaba a la sociedad colonial, el diablo, con todos sus derivados, eran entidades domésticas omnipresentes y proteiformes, esencialmente malevolentes y obsesionantes.

La Confederacion suiza ó helvética es un pueblo formado por la aglomeracion de muchas razas ó derivaciones de razas constituidas sucesivamente en Estados ó entidades que, gozando de soberanía propia, se han ido aliando en nacionalidad compleja, sin perder en manera alguna sus tradiciones y su personalidad política y social.

Frecuentemente, al contemplar la lucha de esas tres entidades, me ha venido a la memoria la Asamblea Legislativa francesa en 1790; de un lado, la intransigencia del antiguo régimen, los restos del feudalismo señorial y eclesiástico, representado por la alta nobleza y el clero de casta; en frente, el grupo de los innovadores, con los terribles cuadernos de quejas en las manos, el espíritu nutrido de Rousseau, grupo encarnado en esos oscuros abogados de provincia, sin la menor noción de gobierno, y con la misión única y fatal de derribar.

Las que yo esperaba, pedidas a un amigo, que después supe fue engañado por un chalán que le aseguró haberlas remitido, debían ser bestias escogidas, de buen paso, liberales y seguras, mientras que aquellas que podría conseguir en Honda, eran entidades desconocidas, y en estos casos la incógnita se resuelve generalmente de una manera deplorable.

No es que nosotros desconozcamos que en su esfera respectiva se precisa el concurso inteligente de todas aquellas otras entidades, capaces de descubrir las fuentes de riqueza, que son otros tantos factores del bienestar social, siempre que el trabajo empleado para obtener el fin propuesto, responda a las exigencias de una razón ilustrada por las lecciones de la práctica, etc., etc

Desde el año de 1150 se estableció la division del Estado en dos entidades de gobierno independiente, teniendo la una su capital en Sarnen y la otra en Stanz. Unterwalden fué uno de los tres confederados que formaron la liga de Guillermo Tell para constituir la nacionalidad suiza, y sus soldados valerosos tomaron parte en todas las batallas de la independencia.

Lo que restaba era que doña Lupe se prestase a hacerlo, pues la garantía moral de una de las entidades contratantes no era ni con mucho tan sólida como la de Inglaterra o Francia. Empezó, pues, el primogénito de Rubín por prestarle en aquel delicado asunto de la enfermedad de Maxi la oficiosa ayuda que se ha visto.

Jamás lo dije en voz alta ni lo escribí en los periódicos para no descontentar a los Poderes públicos encargados de mantener el respeto hacia tales entidades: mas yo nunca creí que existiesen estos dos personajes, viejos como la substancia, rivales bonachones, que se pasan la vida haciéndose mútuas y amables perrerías, uno de barbas nevadas y túnica azul, vestido como el antiguo Zoroastro y habitando las alturas luminosas, en medio de una corte más complicada que la de Luis XIV; y el otro malhumorado y mañoso, ornado de cuernos, viviendo entre las llamas, imitación ridícula y burguesa del pintoresco Plutón. ¡No, no creo!