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Y, sin esperar respuesta, se salió del aposento, donde quedó don Quijote sosegado y pensativo esperándola; pero luego le sobrevinieron mil pensamientos acerca de aquella nueva aventura, y parecíale ser mal hecho y peor pensado ponerse en peligro de romper a su señora la fee prometida, y decíase a mismo: ¿Quién sabe si el diablo, que es sutil y mañoso, querrá engañarme agora con una dueña, lo que no ha podido con emperatrices, reinas, duquesas, marquesas ni condesas?

Sácame deste Argel de vidro; que yo te pagaré el rescate en muchos gustos, a fe de demonio, porque me precio de amigo de mi amigo, con mis tachas buenas y malas . ¿Cómo quieres dijo don Cleofás mudando la cortesía con la familiaridad de la conversación que yo haga lo que no puedes siendo demonio tan mañoso?

Ahora te ha dado por proteger a ese Tenorio fiambre, y le quieres más que a , y a él le atiendes y a no, y de él te da lástima, y a , que tanto te quiero, que me parta un rayo». Rompió a llorar la señora, y Benina que ya sentía ganas de contestar a tanta impertinencia dándole azotes como a un niño mañoso, al ver las lágrimas se compadeció.

Es esta cosa allá tan conocida, Que el zapatero vil y el calcetero Se iguala con el noble caballero. Preguntó un caballero Trugillano, Llamado Luis de Chaves, ceceoso, A Hernando Pizarro, cuyo hermano Vencido fué de Gasca, el gran mañoso: Que si all

Un joven del mejor tono fue más asiduo y mañoso, y Adela abrazó por fin las reglas del gran mundo: el joven era orgulloso, y entre el cúmulo de adoradores de camino trillado parece despreciar a Adela; con mujeres coquetas y acostumbradas a vencer, rara vez se deja de llegar a la meta por ese camino. ¡Adela no quería faltar a su virtud!... ¡pero Eduardo era tan orgulloso!

El cual, por lo demás, andaba de puntillas, sin tropezar en nada; y hasta consiguió taparla, sin que ella lo sintiera, un poco de la espalda blanquísima, por donde estaba cogiendo frío. Era en casa de su Serafina el mismo galán fino, pulcro, suave y mañoso que cuidaba a su mujer, a su tirano, como las manecitas negras de los palacios encantados.

Es religioso con la devota, a quien obsequia con primorosos rosarios y virgencillas de plata; dicharachero y juguetón con la coqueta, a quien agasaja con adornos y telas; espléndido con la interesada, y aquí de las alhajas; adulador con la vanidosa, romántico con la poética, mañoso con la esquiva; y se amolda tan por completo al genio de la que corteja, que sentando con ella plaza de mandadero, luego queda convertido en prior.

Era el Egipcia mas forzudo que su contrario, Zadig era mas mañoso: este peleaba como un hombre que guiaba el brazo por su inteligencia, y aquel como un loco que ciego con los arrebatos de su saña le movia á la aventura.

«Mira que te estrello... Verás la azotaina que te vas a llevar... ¡Y qué gordo está el tunante!, parece mentira...». Quelo un batón... ¡hostia! ¿Un bastón?... también te lo compramos, hijo, si te estás calladito... A ver, dónde encontraremos bastones ahora... Buena falta le hace dijo Guillermina, y de los de acebuche, que escuecen bien, para enseñarle a no ser mañoso.

Jamás lo dije en voz alta ni lo escribí en los periódicos para no descontentar a los Poderes públicos encargados de mantener el respeto hacia tales entidades: mas yo nunca creí que existiesen estos dos personajes, viejos como la substancia, rivales bonachones, que se pasan la vida haciéndose mútuas y amables perrerías, uno de barbas nevadas y túnica azul, vestido como el antiguo Zoroastro y habitando las alturas luminosas, en medio de una corte más complicada que la de Luis XIV; y el otro malhumorado y mañoso, ornado de cuernos, viviendo entre las llamas, imitación ridícula y burguesa del pintoresco Plutón. ¡No, no creo!