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Ambos le habían espetado muy razonados discursos, en los que su porvenir jugaba papel importante. La respetable señora Tompain había logrado, sin embargo, que su hija se conservase en un justo medio, esperando que uno de los rivales se decidiese a plantear el asunto en forma de negocio. El turco era un buen muchacho, honrado, decente y tímido. Esto no obstante, habló al fin, y fue escuchado.

¡Miedo!... Esta palabra bastó para que Febrer saliese de su encogimiento suplicante y mirase con soberbia a los rivales sentados ante él. ¿Miedo a quién?... Sentíase capaz de pelear con todos estos rústicos y sus innumerables parientes. ¡Miedo no, Margalida! Ni por él ni por ella debía temer. Lo que Jaime la suplicaba era que respondiese a su pregunta. ¿Podía esperar? ¿Qué pensaba contestarle?...

Y gracias á la penosa sensación que en todos produjo la carambola, no hubo un lance entre los dos jabalíes rivales, que se quedaron pasmados al ver sangrar por las narices al buen señor, y al oirle decir, mientras salía de la bodega acompañado de don Silvestre y de su ama, que bufaban de rabia: Esto debí yo haberlo previsto; pues á quien entre bestias anda, tales caricias le esperan.

Había antes de 1810 en la República Argentina dos sociedades distintas, rivales e incompatibles; dos civilizaciones diversas: la una española, europea, civilizada, y la otra bárbara, americana, casi indígena; y la revolución de las ciudades sólo iba a servir de causa, de móvil, para que estas dos maneras distintas de ser de un pueblo se pusiesen en presencia una de otra, se acometiesen y, después de largos años de lucha, la una absorbiese a la otra.

Tomás! y en que tantas glorias habían conquistado órdenes enemigas, digamos sus rivales. Este era el profesor que aquella mañana, leida la lista, mandaba decir la leccion de memoria, al pié de la letra, á muchos de los alumnos. Los fonógrafos funcionaban, unos bien otros mal, otros tartamudeaban, se apuntaban.

Doña Luz sabía que D. Jaime había sido adorado en Madrid; y, al verle tan prendado, tan rendido y tan amoroso y humilde, se llenaba de orgullosa complacencia, juzgándose mil veces más amada que todas sus antiguas rivales.

¿Qué seria de la verdad á los ojos de las generaciones venideras, si por ejemplo la historia de las luchas entre dos naciones modernas, quedase únicamente escrita por los autores de una de las dos rivales?

Las luchas de los rivales y otras diversas aventuras del caballero Febo y del príncipe Rosicler, enlazadas con la acción principal, llenan esta comedia, que termina con un gran torneo que decide la contienda, y con las bodas de Rosicler y de Lindabridis. Hado y divisa de Leonido y Marfisa .Calderón Vera Tassis asegura que ésta es la última obra de Calderón, escrita á los ochenta y un años.

Y en efecto, cinco o seis pollastres de lo más elegante y perfilado de la sociedad madrileña zumbaban en los paseos, en las tertulias y en el teatro Real alrededor de la rica heredera, como zánganos en torno de una colmena. Ramoncito tenía varios rivales, algunos de consideración.

Añadid que la impresión, como si no fuera bastante fuerte, se agrava para la mujer nerviosa con la presencia de la muchedumbre. Es una exhibición cruel ante un mundo crítico, ante las rivales encantadas de encontrarla fea una vez siquiera, ante hombres poco circunspectos que de todo hacen burla, observando, gemelos en mano, las tristes peripecias de tocado de una pobre mujer humillada.