United States or Faroe Islands ? Vote for the TOP Country of the Week !


Aspera y corta era la onda, y la dureza del combate se debía á lo extraño de aquella costa, tan abruptamente cortada, á sus ángulos crueles que apuntaban á la tempestad, desgarraban la ola. La cornisa por debajo, á uno y otro costado, hundíala en sus profundidades atronadoras.

De las cuatro esquinas arrancaron, como para juntarse en lo alto, los cuatro pies recios: con un andamio fueron sosteniendo las piezas más altas, que se caían por la mucha inclinación: sobre cuatro pilares de tablones habían levantado el primer estrado, que como una corona lleva alrededor los nombres de los grandes ingenieros franceses: allá en el aire, una mañana hermosa, encajaron los cuatro pies en el estrado, como una espada en una vaina, y se sostuvo sin parales la torre: de allí, como lanzas que apuntaban al cielo, salieron las vergas delicadas: de cada una colgaba una grúa: allá arriba subían, danzando por el aire, los pedazos nuevos: los obreros, agarrados a la verga con las piernas como el marinero al cordaje del barco, clavaban el ribete, como quien pone el pabellón de la patria en el asta enemiga: así, acostados de espalda, puestos de cara el vacío, sujetos a la verga que el viento sacudía como una rama, los obreros, con blusa y gorro de pieles, ajustaban en invierno, en el remolino del vendabal y de la nieve, las piezas de esquina, los cruceros, los sostenes, y se elevaba por sobre el universo, como si fuera a colgarse del cielo, aquella blonda calada: en su navecilla de cuerdas se balanceaban, con la brocha del rojo en las manos, los pintores. ¡El mundo entero va ahora como moviéndose en la mar, con todos los pueblos humanos a bordo, y del barco del mundo, la torre en el mástil!

Los cerdos, las ovejas, las gallinas, corrían igualmente, confundidos con gatos y perros. Toda la animalidad doméstica retornaba á la existencia salvaje, huyendo del hombre civilizado. Sonaban tiros y carcajadas brutales. Los soldados, en las afueras del pueblo, insistían regocijados en esta cacería de fugitivos. Sus fusiles apuntaban á las bestias y herían á las personas.

No se le ocultaba que corría grave riesgo de morir; mas, en el caso de que esto sucediese, la humanidad no perdería ninguno de los datos que había adquirido para su gran descubrimiento. Escribió previamente una larga memoria donde se apuntaban con toda claridad. Llegó el momento al fin.

Hullin se despertó muy temprano y dio una vuelta por el vivaque; se detuvo unos instantes a contemplar la meseta, los cañones que apuntaban hacia el desfiladero, los guerrilleros tendidos alrededor de las hogueras y los centinelas con el fusil al brazo. Luego, habiendo quedado satisfecho de la revista, entró en la casa de labor, en la que aún dormían Luisa y Catalina.

Deseamos hablarle. ¿Promete usted no hacer fuego hasta habernos oído? ¿Tengo el gusto de hablar con el señor Dechard? pregunté. No importa el nombre. Pues entonces prescindan ustedes del mío. Corriente. Tengo que hacerle a usted una proposición. Yo seguía mirando por la hendidura y vi que mis enemigos habían subido dos escalones y que tres revólvers apuntaban a la puerta. ¿Nos deja usted entrar?

Los coraceros, llevando un chaleco amarillo sobre el pecho de acero, estaban sentados, con las piernas colgantes, en las puertas de los vagones-establos, de cuyo interior salían relinchos. Sobre las plataformas se alineaban armones grises. Las esbeltas gargantas de los 75 apuntaban á lo alto como telescopios.

Cada vez que los preciosos anteojos de piel de Rusia apuntaban a una, la muchacha sufría un leve estremecimiento: cambiaba de postura, llevaba la mano un poco trémula al pelo para arreglarlo, sonreía a su mamá o a su hermana sin razón alguna, se ponía seria de nuevo, y fijaba con insistencia y decisión sus ojos en la escena.

Vió á un muchacho del pueblo entre dos alemanes que le apuntaban al pecho con sus bayonetas. Estaba pálido, con una palidez de cera. Su camisa, sucia de hollín, aparecía desgarrada de un modo trágico, denunciando los manotones de la lucha. En una sien tenía una desolladura que manaba sangre.

Don Diego en esto, y Avila pensando, Que en su negocio hacen mucho hecho, A los Charcas caminan, procurando Llevar siempre camino muy derecho. A D. Diego el temor le acusando, Aunque Avila le pone alegre pecho; Las aguas con gran fuerza le apuntaban, Y volverse por esto procuraban.